¿Cómo saber si un objeto está caliente o frío?

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¡Uf, qué dilema! A ver, un termómetro es útil, sí, pero a veces no lo tienes a mano. Para mí, lo más instintivo es acercar la mano con cuidado. Si sientes un calor que quema o un frío que hiela, ¡zas!, ya lo sabes. Claro que hay que tener cuidado de no quemarse o congelarse, ¡pero la intuición a veces es la mejor herramienta!

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¿Cómo saber si algo está caliente o frío? ¡Ay, qué pregunta tan sencilla, pero a veces tan complicada! Un termómetro, claro, es la respuesta científica, perfecta, pero ¿quién anda siempre con un termómetro encima? Recuerdo una vez, en una excursión de chicas a la playa, intentando hacer un café en una de esas cafeteras portátiles de camping… ¡Casi me quemo la mano probando la temperatura del agua! Fue terrible, una quemadura pequeña, pero el susto… ¡ufff! Eso sí que te enseña a usar la intuición, ¿no?

La verdad es que lo más natural, lo primero que hacemos, es acercar la mano, ¿verdad? Con mucho cuidado, claro, como tanteando el terreno. Un poquito de contacto, a ver qué pasa… Si sientes un calor que te quema, como el de aquella plancha que olvidé desenchufar… ¡ya está, ya sabes! O si notas un frío que te cala hasta los huesos, como la vez que metí la mano en la nevera para buscar una cerveza y me quedé helada por un segundo, ¡pum!, también lo sabes. Es una especie de sexto sentido, ¿no te parece?

Claro que hay que tener cuidado, eh. No es que quiera que te quemes o te congeles, ¡ni mucho menos! Pero entre la ciencia exacta y la experiencia… a veces confío más en la experiencia, en esa sensación casi visceral que te dice: “¡Alto! Esto está demasiado caliente/frío”. Dicen que el cuerpo humano puede detectar diferencias de temperatura mínima, algo así como una décima de grado, aunque claro, eso lo he leído, no lo he medido yo misma. Aunque… ¿quién sabe si lo que siento es más que una simple décima? ¡Cuántas cosas que pasan desapercibidas, pero que al final nos dicen tanto!