¿Cómo se puede secar un pescado?

Secar pescado… ¿Te imaginas? Me recuerda a mi abuelo, con las redes llenas y el olor a salitre pegándose a la piel. Él secaba el pescado al sol, como se ha hecho toda la vida, ¿no? Extendidos sobre unas redes viejas, brillando bajo el sol implacable del mediodía. ¿Habrá algo más tradicional? Me acuerdo de su cara, curtida como el cuero, mirando al cielo, casi como rezando para que no lloviera. Y ese sabor… ¡buah! Intenso, a mar puro. No se parece a nada que puedas encontrar en el supermercado.

Claro, que lo del sol no es tan fácil. ¿Dónde lo pones si vives en un piso? Yo lo intenté una vez en mi balcón, en un mini-tendedero, y casi me desalojan los vecinos. ¡El olor! Era… potente, digamos. Y con la humedad que hay aquí, imposible. Acabé tirando todo. ¡Qué desastre!

Luego está lo de la bomba de calor… Suena muy moderno, ¿verdad? Como más científico, más preciso. He leído por ahí – no me preguntes dónde, que no me acuerdo – que es mucho más rápido y eficiente. Algo así como que consume menos energía y que el pescado queda mejor. No sé, no lo he probado. Me da la sensación de que le quita la magia, ¿sabes? Ese toque rústico, ese sabor a sol y a viento… No sé si me explico.

Supongo que depende de lo que busques. Si quieres rapidez y eficiencia, pues la bomba de calor. Pero si buscas ese sabor de la infancia, ese recuerdo del mar en su estado más puro… El sol, sin duda. Aunque tengas que lidiar con el olor y las posibles quejas de los vecinos. Quizás, ¿quién sabe?, algún día me anime a intentarlo de nuevo. Pero esta vez, en un sitio con menos humedad. ¡Eso seguro!