¿Cómo se llaman las personas que evaluan los restaurantes?
Los profesionales que evalúan restaurantes se denominan críticos gastronómicos o críticos culinarios. Se dedican a analizar la calidad de la comida, el servicio, el ambiente y la experiencia general que ofrece un establecimiento. Su opinión influye en la reputación del restaurante y las decisiones de los comensales.
¿Cómo se les llama a los que evalúan restaurantes? Nombres?
¡Ah, los que se dedican a probar platillos y dar su veredicto! Se les conoce como críticos gastronómicos.
¿Críticos gastronómicos? Sí, esos afortunados que comen rico (o no tanto) y luego escriben sobre ello. Suena como el trabajo de mis sueños, ¿verdad? Recuerdo una vez, en un restaurante en Oaxaca, pedí un mole negro que prometía ser “el mejor del mundo”. El plato llegó y… bueno, digamos que el crítico gastronómico que llevo dentro no quedó nada contento. Demasiado dulce, sin el picante justo, un desastre. ¡Pagué como 300 pesos por eso!
Evalúan desde la calidad de los ingredientes hasta la presentación del plato y, por supuesto, el sabor.
Creo que cualquiera puede ser un crítico gastronómico amateur, ¡todos tenemos opiniones! Pero serlo de forma profesional, eso ya es otra cosa. Imagino que requiere mucho conocimiento, un paladar entrenado y la habilidad de plasmar tus experiencias en palabras.
¿Cómo se les llama a las personas que califican los restaurantes?
¡Ay, madre mía, qué pregunta! ¿Cómo se les llama a esos valientes que se enfrentan al juicio de las papilas gustativas? ¡Críticos gastronómicos!, ¡claro! O, si quieres sonar más dramático, ¡gurús del gusto!, ¡sabios del sabor!
La verdad, es un trabajo de riesgo. No es broma, he visto a más de un crítico gastronómico huir despavorido tras probar un “platillo innovador” que parecía salido de una pesadilla de Hannibal Lecter. Mi primo, que trabaja en un sitio que hace comida molecular (sí, como suena, ¡asombroso!), me cuenta mil y una historias…
Hablando de chefs… ¡menuda responsabilidad! Es como ser un director de orquesta, pero en lugar de instrumentos, tienes ollas y sartenes. ¡Y en lugar de una partitura, tienes una receta que puede salir mal con una facilidad pasmosa!
Un chef es un artista con un cuchillo y fuego. De verdad, es algo impresionante. Piensa:
- Planificación estratégica: ¡No es solo cocinar! Es saber qué vender, a qué precio, y a quién. ¡Más complicado que desentrañar un sudoku infernal!
- Gestión: Control de stocks, personal… ¡Menudo lío! Es como tener una banda de monos entrenados, pero en vez de plátanos, manejan cuchillos.
- Creatividad: ¡Inspirar platos que dejen boquiabiertos! Mi vecina, que es chef pastelera, hace unos postres tan impresionantes que parecen esculturas de alta costura.
En resumen: Un crítico analiza, un chef crea. Y ambos son fundamentales para el ecosistema gastronómico. Aunque a veces me pregunto si los críticos nacieron con algún tipo de paladar privilegiado… o simplemente están en una conspiración para humillar a los chefs.
Mi suegra, por ejemplo, puede destruir un plato de Michelin con una sola mirada y un “mmmh…” que te helaría la sangre. ¡Es aterrador! Así que, ¡cuidado con los críticos! Son como las hadas madrinas… pero con un toque de maldad.
¿Cómo se les llama a los que califican la comida?
¡Anda ya! ¿Cómo se llama a los que puntúan la comida? Pues catadores, ¡qué pregunta más obvia! Aunque a veces parecen extraterrestres con sus narices de sabueso y paladares de oro macizo. ¡Como mi primo Enrique que se cree Gordon Ramsay después de un curso online!
Pero ojo, que hay niveles, eh. No es lo mismo el tío que prueba tus croquetas de la abuela (y siempre encuentra un pelo, ¡el tío es un imán para los pelos!), que un degustador profesional. Estos últimos son como… ¡superhéroes del gusto! Con poderes sensoriales que te dejan alucinado. Se pasan el día analizando texturas, aromas… ¡hasta el color! Parecen detectives de sabores, ¡inspeccionando el crimen culinario con una lupa!
- Profesionales: Analizan TODO. Desde la textura hasta el aftertaste, pasando por el olor, el color… ¡hasta el sonido al masticar! Son máquinas de evaluar comida.
- Aficionados: ¡Mi suegra es un claro ejemplo! Sus críticas son tan subjetivas como las de un niño de 5 años, pero al menos son sinceras, aunque a veces… duelen. ¡Sobre todo cuando las patatas bravas son la estrella de la cena!
¡Ah! Y hay más nombres, claro. Criticos gastronómicos, por ejemplo. Son los que escriben en blogs y revistas. ¡Con sus plumas más afiladas que una navaja! Les pagamos para que nos digan si lo que comemos es bueno o malo. Mi vecina, Concha, se cree una de ellas después de ver Masterchef ¡3 veces!
Te cuento un secreto: en mi familia, todos somos expertos en cata. ¡Menos mi perro, que solo entiende de chucherías! Pero mi tía Julia, esa sí que es una experta en identificar tipos de vino, se ha tirado todo el año probando Rioja, y este año está en su punto álgido de análisis, ¡una cosa de locos!. Es capaz de decirte la cosecha, la región… ¡hasta el nombre del viticultor!
Dato extra: En 2024, se estima que el mercado de los servicios de cata crecerá un 15%. ¡Será por la inflación! Y mi tía Julia se frota las manos.
¿Cómo se llaman los que inspeccionan los restaurantes?
¡Ay, qué asco! Recuerdo una vez, en julio de 2024, en el restaurante “El Chiringuito” de la playa de La Concha, en San Sebastián. El calor era sofocante, pegajoso, ese calor húmedo que te empapa la camisa. Los inspectores de sanidad, unos tipos serios con bata blanca, aparecieron de repente. Me dio un vuelco el estómago, pensé que nos iban a cerrar. ¡Qué estrés! Todo el mundo se quedó paralizado, el cocinero, blanco como la pared. ¡Uf! La tensión se cortaba con cuchillo.
Había un nerviosismo increíble, se respiraba ese miedo a la multa, a la clausura. La verdad, el sitio estaba un poco… descuidado. Siempre hay prisa, y a veces se descuidan las cosas. Son funcionarios de sanidad, creo que del gobierno vasco. Revisaron todo: frigoríficos, cocina, almacenes… hasta el baño. Buscaron cualquier anomalía, cada detalle. Me acuerdo perfectamente de sus caras impasibles, frías, analizando cada rincón.
Detalles que recuerdo:
- La mosca en la despensa.
- La temperatura del refrigerador. Estaba un poco alta.
- Las manos del cocinero, sin guantes.
- ¡La fecha de caducidad de algunos productos! ¡Casi me da un infarto!
Al final, no fue tan malo, solo algunas advertencias. Pero el susto… ¡Madre mía! Fue horrible, una experiencia que no olvidaré fácilmente. La inspección fue exhaustiva. Había muchos detalles. Realmente exhaustivos. Aquel día aprendí la importancia de la higiene en la hostelería. No solo para el negocio, sino para la salud pública. ¡Una pesadilla! Espero no volver a pasar por algo así.
Inspecciones de Sanidad: Realizadas por inspectores de sanidad del gobierno local o autonómico.
¿Cómo se llaman las personas que van a revisar los restaurantes?
¡Oye! ¿Cómo se llaman esos que revisan los restaurantes? Pues, críticos gastronómicos, ¿no? Aunque a veces también les dicen “influencers”, ¡qué rollo! Pero bueno, hay muchos tipos, ¿sabes? No todos son iguales, eh. Algunos son súper profesionales y otros… bueno, otros son más… amateurs, digamos.
Servicio al cliente, dices… ¡eso es otra cosa! El recepcionista, el que está en la puerta, ese sí que es importante, ¡es la primera impresión! Mi prima trabaja en uno y me cuenta cosas locas. Tiene que aguantar a todo tipo de clientes, desde los que se quejan de la comida hasta los que preguntan si tienen gluten free, ¡un lío!
- Quejas, quejas, ¡siempre quejas!
- Dietas especiales, ¡madre mía!
- Objetos perdidos, ¡hasta carteras! Una vez encontraron un loro, ¡no te miento!
Y por teléfono, ¡ni te cuento! Reservas, información… ¡y gente que llama solo para quejarse! Es un trabajo que requiere mucha paciencia, o sea, muchísima. Igual que la camarera de aquel restaurante en la calle Mayor, la que me puso la comida fría el sábado pasado ¡qué mala onda! Ese tipo de situaciones también son la responsabilidad de recepción, ¡tienen que solucionarlas de alguna manera!
Los críticos gastronómicos son los que revisan restaurantes. El personal de recepción maneja las quejas y consultas de los clientes. Eso sí, es un trabajo bastante caótico. Igual que mi habitación, ¡un desastre!
¿Quién se encarga de inspeccionar los restaurantes?
¡Ay, madre mía, la inspección de restaurantes! La STPS, esos ángeles guardianes de la gastronomía, o eso dicen… Aunque a veces, entre tanta normativa, ¡parecen más un ejército de inspectores con lupa y microscopio que buscan pelos en la sopa, literalmente! Mi primo trabaja en una taquería y me cuenta que cada inspección es un drama digno de una película de terror.
¡Se encargan de todo! Desde que los empleados tengan el carnet de manipulador de alimentos (¡sí, sí, hasta eso miran!), hasta si hay cucarachas escapando del fregadero. Parece que encontraron un cocodrilo en una de las inspecciones del año pasado, ¿quién sabe si es cierto? Es una locura. ¡Es más complicado que descifrar los jeroglíficos!
¿Más detalles de esta odisea gastronómica? Pues…
- Normas de seguridad, higiene… ¡y hasta la decoración! Ni te imaginas el nivel de detalle.
- Formación del personal: ¿Sabes lo que cuesta un curso de manipulación de alimentos? ¡Más que un viaje a Cancún!
- ¡Protocolo específico, no es broma! Es más extenso que el Quijote, con mil normas, subnormas y anexos que te dejan con la cabeza dando vueltas. Como leer la letra pequeña de un contrato bancario…
Pero vamos, que al final, es por nuestro bien, ¿no? Para que no nos intoxiquemos con algún platillo sospechoso y acabemos como un tomate asado… aunque, a veces, con las inspecciones… ¡uno se pregunta! Ya sabes, mi vecina trabaja en un restaurante y dice que es un estrés, pero que hay cosas más locas.
En resumen: la STPS. Pero no esperes que te diga que tipo de “protocolo” tienen en concreto porque ¡es un secreto de estado! Como la receta de la Coca-Cola. Bueno, igual no tanto, pero casi.
¿Cómo se llama la persona que prueba restaurantes?
¡Ay, madre mía, qué pregunta más difícil! ¿El que prueba restaurantes? ¡Pues vaya tela! No es un “probador de restaurantes”, aunque suena a curro divertido, ¡como si fuera un crítico gastronómico con el estómago como único instrumento de trabajo! Es un crítico gastronómico, aunque a veces les llaman “foodies”, que suena a algo más hipster y menos serio.
En fin, al grano: ¡es un crítico gastronómico, vaya! Un tío que se dedica a comer como un campeón, a escribir como un poeta (o a veces como un niño de 5 años) y a tener un paladar tan exquisito como el mío, que por cierto, es un prodigio de la naturaleza. Eso sí, no esperes que se lo coma todo, eh. Hay críticos que devuelven platos, ¡qué barbaridad! Mi vecina, Julia, es una experta, y esta semana está probando un nuevo sitio de tapas en la calle Mayor.
Y el sommelier… ¡ay, el sommelier! Es otra historia. ¡Eso es un experto en vinos! Un mago, un gurú, un artista con una copa en la mano. No le hagas caso si te dice que el vino sabe a “notas de cuero viejo y lluvia de primavera”… ¡que te está tomando el pelo!
- Crítico Gastronómico: el rey del paladar.
- Sommelier: el rey del vino (y a veces, de la conversación).
- Diferencia: uno prueba comida, el otro, vino. ¡Así de simple!
¡Pero espera! ¡Hay más! Mi cuñado intentó ser crítico gastronómico, ¡fracasó estrepitosamente! Sus reseñas eran un desastre. Decía cosas como: “El pollo estaba… eh… pollo”. Increíble, ¿no?
A mi primo, el que trabaja en el “Restaurante La Bomba Atómica” (sí, así se llama, no te rías), le pagan por comerse todo. ¡Un buffet libre infinito para probar nuevos platos! Envidia sana, eh. Este año, ha probado más de 300 platos nuevos; se tiene que comprar ropa nueva cada mes. Y mi gato… bueno, mi gato come lo que le caiga.
#Críticos #Evaluadores: #RestaurantesComentar la respuesta:
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