¿Es bueno comer queso por la mañana?

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El queso es una buena opción proteica para el desayuno, junto con otras alternativas como requesón, salchichas o salmón ahumado. También se pueden incluir proteínas en batidos con polvo, mantequilla de maní, tofu o requesón.

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¿Desayuno con queso? Más allá del mito matutino

El desayuno, esa comida crucial que nos impulsa a lo largo de la mañana, suele ser terreno de batallas entre lo saludable y lo delicioso. Y en medio de esta contienda, el queso emerge como un contendiente inesperado: ¿es una buena opción para comenzar el día? La respuesta, como suele ocurrir, es un poco más matizada de lo que parece.

La afirmación de que el queso es una buena fuente de proteína para el desayuno es cierta. Un trozo de queso, dependiendo del tipo, proporciona una dosis considerable de proteínas de alta calidad, necesarias para la reparación celular y la sensación de saciedad. En este sentido, se sitúa a la par de otras opciones proteicas matutinas como el requesón (con su aporte adicional de calcio), las salchichas (con la salvedad de su alto contenido en sodio y grasas saturadas) o el salmón ahumado (rico en ácidos grasos omega-3).

Sin embargo, la inclusión del queso en el desayuno no se limita a su valor proteico. Su versatilidad permite integrarlo en una amplia gama de preparaciones: desde un simple sándwich con pan integral y tomate, hasta un desayuno más elaborado como una tortilla francesa con queso y verduras. Incluso, se puede incorporar en batidos, aunque su textura puede resultar un desafío para lograr una consistencia homogénea. En este último caso, opciones como el requesón, el polvo de proteína o la mantequilla de cacahuete resultan más adecuadas.

Pero, ¿hay contraindicaciones? Sí, es importante considerar algunos puntos. El contenido de grasa y sodio varía mucho según el tipo de queso. Los quesos curados y grasos, aunque sabrosos, pueden no ser la opción ideal para un desayuno diario, especialmente para personas con colesterol alto o que buscan controlar su ingesta de sodio. En estos casos, los quesos frescos o bajos en grasa ofrecen un compromiso más saludable.

En definitiva, el queso puede ser un excelente complemento para un desayuno nutritivo y equilibrado. Su aporte proteico, su versatilidad en la cocina y su sabor lo convierten en un ingrediente atractivo. Sin embargo, la clave radica en la moderación y la elección consciente del tipo de queso, priorizando opciones más ligeras y ajustando su consumo a las necesidades individuales y a un plan de alimentación saludable que incluya una variedad de frutas, verduras y cereales integrales. No se trata de demonizarlo, sino de integrarlo de manera inteligente en nuestra rutina matutina.