¿Por qué no es bueno comer queso?

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Consumir demasiado queso puede ser perjudicial debido a su alto contenido en grasas saturadas. Estas grasas elevan los niveles de colesterol LDL (malo), incrementando el riesgo de enfermedades cardiovasculares, a pesar de que el colesterol también cumple funciones vitales en el organismo. Un consumo moderado es clave para mantener la salud.
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El lado oscuro del queso: ¿Por qué un festín de lácteos puede ser perjudicial?

El queso, ese manjar cremoso y versátil que adorna nuestras tablas de quesos, pizzas y multitud de recetas, posee un encanto innegable. Sin embargo, detrás de su delicioso sabor se esconde una realidad nutricional que merece ser analizada con cautela. Si bien el queso aporta proteínas, calcio y otros nutrientes importantes, su consumo excesivo puede ser perjudicial para la salud, principalmente debido a su alto contenido en grasas saturadas.

A diferencia de las grasas insaturadas, consideradas beneficiosas para el corazón, las grasas saturadas elevan los niveles de colesterol LDL, conocido como “colesterol malo”. Este aumento en el LDL contribuye a la formación de placas de ateroma en las arterias, estrechándolas y dificultando el flujo sanguíneo. Este proceso, a la larga, incrementa significativamente el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, como la arterioesclerosis, infartos de miocardio y accidentes cerebrovasculares. Es importante recordar que, a pesar de los riesgos asociados al colesterol alto, el colesterol también desempeña funciones vitales en el organismo, como la producción de hormonas y la formación de membranas celulares. El problema radica en el desequilibrio, en el exceso de colesterol LDL.

La clave, como en la mayoría de las cosas, reside en la moderación. Disfrutar de un trozo de queso en una ensalada, como parte de una tabla de quesos variada o como ingrediente en una receta, no representa un peligro. Sin embargo, consumir grandes cantidades de queso de forma regular puede tener consecuencias negativas a largo plazo. La cantidad de queso “permitida” varía según factores individuales como la edad, el peso, la actividad física y la predisposición genética a enfermedades cardiovasculares. Un profesional de la salud o un nutricionista pueden ayudar a determinar una ingesta adecuada de queso según las necesidades específicas de cada persona.

Además del contenido de grasas saturadas, es importante considerar la elevada cantidad de sodio presente en muchos tipos de queso, factor que puede contribuir a la hipertensión arterial. Por ello, optar por quesos con bajo contenido en sodio o disminuir el consumo de sal en general, es una medida preventiva adicional.

En conclusión, el queso, a pesar de sus cualidades organolépticas y su aporte nutricional, no debe ser consumido sin moderación. Un consumo responsable y consciente, que se ajuste a las necesidades individuales y forme parte de una dieta equilibrada, permitirá disfrutar de sus beneficios sin comprometer la salud cardiovascular. La prevención siempre es la mejor estrategia. Consulte con un profesional para determinar la ingesta adecuada de queso y otros alimentos en su dieta.