¿De dónde viene el dicho “empezar desde cero”?

¿De dónde viene ese dicho, “empezar de cero”? La verdad, nunca me lo he preguntado demasiado, hasta ahora. Supongo que es una de esas cosas que se dicen, ¿no? Como si todos supiéramos de qué se trata. Pero… ¿sabemos realmente?

Empezar de cero… ¡uff! Para mí, suena a desnudo, a vulnerable, a estar parado en un precipicio con el viento helado en la cara. Recuerdo cuando dejé mi trabajo en la agencia, después de diez años. Diez años, imagínate. Diez años de seguridad, de rutina, de… aburrimiento. Un aburrimiento que me estaba comiendo por dentro, lentamente, como una carcoma. Dejarlo todo fue como saltar al vacío, ¿verdad? Un salto de fe, dirían algunos. Yo creo que más bien fue una patada al tablero de ajedrez.

Empezar de cero es como nacer de nuevo, sí, eso es cierto. Pero no es un renacimiento fácil, no es una brisa de primavera. Es más bien… un parto difícil. Un parto de algo nuevo, algo incierto. Te llena de un vértigo que te deja el estómago revuelto, ¿sabes? Ese sentimiento de “no sé qué va a pasar, pero tengo que hacerlo”. Porque no hay atajos, ¿cómo iba a haberlos? No hay trampolín, tienes que empezar desde el suelo, con tus propias manos, con tu propio sudor y tus propios errores.

Recuerdo a mi abuela, que tras quedarse viuda, con 60 años y sin apenas recursos, empezó un pequeño negocio de mermeladas. ¡Se reinventó completamente! Era increíble. Ella sí que sabía lo que era empezar de cero, sin ninguna red de seguridad. Y, ¿sabes? Le fue bien. No se hizo rica, pero sí feliz. Y esa es una lección que a mí me sirve de mucho.

Empezar de cero no es una promesa de éxito, claro que no. Es un proceso, a veces duro, a veces doloroso, pero también… increíblemente liberador. Es la oportunidad de construir algo que verdaderamente te represente, algo que sea solo tuyo, sin las ataduras del pasado. A veces, como me pasó a mí con ese trabajo, es justo lo que necesitamos, ¿no? Para reinventarnos, para ser mejores, para ser… nosotros mismos.