¿Por qué Muzan tiene familia?

La Fría y Calculada Familia de Muzan Kibutsuji: Una Infiltración Estratégica

Muzan Kibutsuji, el progenitor de todos los demonios en el universo de “Kimetsu no Yaiba” (Demon Slayer), es un ser de una crueldad y astucia incomparables. Su única obsesión es la superación de su debilidad, la conquista de la inmortalidad y la erradicación de cualquier amenaza a su existencia. Dentro de esta compleja tela de ambiciones, surge una pregunta perturbadora: ¿Por qué Muzan se involucró en la formación de una familia? La respuesta, lejos de ser romántica o humanitaria, revela la fría lógica estratégica que define cada uno de sus actos.

El acto fundacional de esta “familia” es brutal y revelador: el asesinato del esposo original de la mujer. Este no fue un acto de venganza o un arrebato pasional, sino una frialdad calculada para lograr un objetivo primordial: infiltrarse en la sociedad humana y ocultarse de los constantes peligros que representaban los cazadores de demonios. Al usurpar la identidad del marido, Muzan se transformó en un lobo con piel de cordero, un miembro aparentemente normal de la comunidad, lo que le permitía moverse con mayor libertad y evitar ser detectado por sus enemigos.

Pero la infiltración no era el único beneficio que Muzan buscaba. La familia que asumió, además de ofrecerle un rostro humano, poseía un activo invaluable: la riqueza. Los recursos económicos eran cruciales para llevar a cabo sus oscuras investigaciones y financiar sus ambiciosos planes. La búsqueda de la flor de la glicina azul, la experimentación para la creación de demonios más poderosos, y la manipulación de información requerían una gran cantidad de capital. La familia, por lo tanto, se convirtió en una fuente de financiamiento discreta y continua, permitiendo a Muzan operar en las sombras sin levantar sospechas innecesarias.

En resumen, la “familia” de Muzan es una fachada, una herramienta más en su arsenal para lograr sus objetivos. El asesinato y la suplantación no son más que pasos calculados para infiltrarse en la sociedad, evadir a los cazadores de demonios y obtener los recursos necesarios para sus investigaciones. La ausencia total de empatía y la capacidad de instrumentalizar incluso las relaciones más sagradas, como la familiar, pintan un retrato aún más oscuro del ser despiadado que es Muzan Kibutsuji, el rey demonio obsesionado con la inmortalidad. Su “familia” es un recordatorio constante de que, para Muzan, todo es un medio para un fin, y que la vida humana, incluso la de aquellos que lo rodean, no tiene valor alguno en su búsqueda egoísta del poder absoluto.