¿Qué hacer para divertirse sola?
¡Uf, un fin de semana sola! Para mí, es la gloria. Me encanta ponerme una película con palomitas, bien acurrucada en el sofá, sin interrupciones. O quizás salir a caminar, sin rumbo fijo, despejando la mente y disfrutando del sol. Cocinar algo delicioso solo para mí también es un placer, sin tener que compartir ¡Es mi momento y lo disfruto al máximo! Aunque a veces me animo y visito un museo, ¡nunca se sabe qué inspiración puedo encontrar!
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¡Un fin de semana sola! ¿A quién no le gusta la idea, verdad? Para mí, es como… ¡un respiro! Un bálsamo para el alma, ya sabes. Me imagino a muchos pensando “¿sola? ¡Qué aburrimiento!”, pero es que… ¡para nada! Es mi momento, mi tiempo, mi espacio. Es como recargar pilas, ¿entiendes?
Recuerdo una vez, después de una semana de locos en el trabajo, me puse una peli —una comedia romántica cursi, ¡qué más da!— con un cubo de palomitas gigante, ese que te da la sensación de que podrías vivir dentro de él durante un par de horas… ¡y lo disfruté a tope! Sin interrupciones, sin tener que ceder el mando de la tele, ni compartir ni una sola palomita. Puro egoísmo delicioso. Es una sensación de libertad increíble, ¿no te parece?
O también me encanta salir a caminar. Sin un plan, sin un destino. Simplemente… caminar. Una vez, me fui a pasear por el parque de El Retiro, en Madrid, y me encontré con un grupo de gente haciendo tai chi. Me quedé un rato mirándolos, me fascinó la serenidad que desprendían. ¡Quién iba a decir que un paseo improvisado me traería esa paz!
Y cocinar… ¡ay, cocinar! Prepararme algo rico solo para mí, sin tener que pensar en las preferencias de nadie más, es una maravilla. Hice una vez un pastel de chocolate tan rico, tan esponjoso… que casi me lo como entero. Casi, eh. Me quedó un trocito para el desayuno del lunes, que también lo agradecí mucho.
A veces, si me siento con energía, me voy a algún museo. Nunca sabes qué te vas a encontrar. Una vez, en el Museo del Prado, descubrí un cuadro que me cautivó, un detalle minúsculo que nadie parecía notar… y me quedé allí, un buen rato, contemplándolo. Esos momentos… esos momentos son oro puro. ¿No crees?
En fin, que disfrutar de la soledad es un arte. Un arte que hay que cultivar. Porque a veces, el mejor plan es simplemente… estar. Estar con uno mismo, reconectando con esa parte íntima que a veces olvidamos en el ajetreo diario. Y sí, claro que hay veces que te entra la soledad… la melancolía… pero hasta eso tiene su encanto. Es parte del proceso, ¿no?
#Actividades#Divertirse#SolitariaComentar la respuesta:
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