¿Qué le dijo el mar a una ola?

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El mar susurró a la ola: No temas tu inmensidad, pequeña mía. Eres parte de mí, una danza efímera de mi propia alma. Regresa, siempre regresa, aunque te rompas en mil pedazos de espuma. En mi abrazo encontrarás tu eterno recomienzo.
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El susurro del mar: un diálogo entre la inmensidad y la efímera ola

El océano, vasto e inabarcable, guarda en su seno un sinfín de historias. Una de ellas, apenas perceptible al oído humano, pero resonante en la profundidad de su alma, es la conversación silenciosa entre el mar y sus olas. Un diálogo ancestral que se repite con cada marea, con cada resaca, con cada suspiro del viento.

El mar, en su inmensa sabiduría, un ser antiguo que ha visto pasar eras y civilizaciones, le susurró a una joven ola, apenas nacida de su vientre espumoso: No temas tu inmensidad, pequeña mía. Eres parte de mí, una danza efímera de mi propia alma. Tu fuerza, tu belleza, tu fragilidad, todo es una expresión de mi ser.

La ola, apenas una tímida cresta blanquecina, luchaba contra la corriente, insegura ante la inmensidad que la rodeaba. El miedo a la disolución, a la inevitable fractura en la costa, la atenazaba. Pero el susurro del mar, profundo y consolador, la envolvió como una caricia marina.

Regresa, siempre regresa, continuó el mar, su voz un rumor constante de conchas y piedras, aunque te rompas en mil pedazos de espuma. En mi abrazo encontrarás tu eterno recomienzo. Tu viaje no termina con la costa, pequeña. Tu esencia, tu energía, vuelven a mí, se funden conmigo, para renacer en otra ola, en otro suspiro, en otro latido de mi corazón.

La ola, inicialmente atemorizada, comenzó a entender. Su viaje, aunque fugaz, era parte de un ciclo eterno, una sinfonía de creación y destrucción, de vida y muerte, que se repetía incesantemente. La inmensidad del mar no era una amenaza, sino una promesa. Una promesa de retorno, de transformación, de continuidad.

Esta conversación metafórica nos habla de la naturaleza cíclica de la vida. Como la ola, todos nos enfrentamos a momentos de fragilidad, de incertidumbre, de miedo a la disolución. Pero, tal como el mar lo susurra, el ciclo continúa. La muerte no es un fin, sino una transformación. El retorno a la fuente, la fusión con el todo, nos permite renacer, renovados y fortalecidos. La lección del mar es una invitación a aceptar el flujo y reflujo de la existencia, a confiar en la inmensidad de la vida, y a encontrar en su abrazo nuestro eterno recomienzo.

La imagen de la ola que se rompe, aparentemente desapareciendo en la arena, es engañosa. Su esencia, su energía, se integran al mar, volviendo a él para formar parte de la siguiente ola, en un ciclo infinito de renovación y resurrección. Es un recordatorio de que, incluso en la aparente pérdida, reside la promesa de un nuevo comienzo. Es el susurro incesante del mar, la sabiduría del océano, la promesa de un eterno retorno.

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