¿Qué le dijo la abeja a la mosca?
La Abeja y la Mosca: Un Encuentro Alterado
En el bullicioso mundo de la naturaleza, un tenso intercambio se desató entre dos criaturas muy diferentes: una abeja trabajadora y una mosca oportunista.
Cuando la abeja interceptó a la mosca que se acercaba a su preciada colmena, una oleada de furia se apoderó de ella. Su voz, llena de desprecio, resonó a través del aire: “¿Qué buscas aquí, criatura insignificante? ¡No te atrevas a contaminar nuestra noble presencia!”
La mosca, sorprendida por la hostilidad, intentó defenderse: “Pero… no estoy aquí para causar daño. Sólo quería…”
Antes de que pudiera terminar su frase, la abeja la interrumpió con una burla: “¿Sólo qué? ¿Saquear nuestra miel? ¿Contaminar nuestro hogar? ¡No permitiremos tal insolencia!”
La mosca, humillada, retrocedió. “No pretendía ningún daño”, se disculpó. “Sólo buscaba un poco de alimento”.
Pero la abeja no se apiadó. “Eres una ladrona y una intrusa”, zumbó. “Nuestro néctar es fruto de nuestro arduo trabajo, y no lo compartiremos con quienes no contribuyen”.
Mientras la conversación se intensificaba, la mosca finalmente se hartó de los insultos. “Puede que sea pequeña”, dijo con un toque de desafío, “pero no soy menos digna que tú. También tengo un papel que desempeñar en este ecosistema”.
La abeja se rió burlonamente. “¿Un papel? ¿Cuál podría ser? ¿Perturbar nuestro armonioso trabajo y ensuciar nuestra colmena?”
La mosca mantuvo su postura. “Soy un reciclador”, declaró. “Ayudo a descomponer los desechos orgánicos, lo que beneficia a todo el medio ambiente. Y consumo parásitos, lo que ayuda a mantener la salud de vuestros panales”.
La abeja se quedó desconcertada por la audacia de la mosca. Nunca había considerado la perspectiva de los insectos más pequeños.
En ese momento, una abeja mayor, que había estado observando silenciosamente, se acercó y dijo: “La mosca tiene razón. Aunque no compartamos el mismo estilo de vida, todos formamos parte del complejo entramado de la naturaleza. Debemos respetar las contribuciones de todos los seres, por pequeños e insignificantes que parezcan”.
La abeja joven reflexionó sobre las palabras de su mayor. Aunque todavía no estaba completamente de acuerdo con la mosca, se dio cuenta de que había algo de verdad en sus palabras.
A medida que se calmaba la tensión, la abeja y la mosca llegaron a un entendimiento tácito. Ninguna de las dos infringiría el territorio de la otra, y ambas reconocerían los papeles únicos que desempeñaban en su compartido ecosistema. Y así, el tenso encuentro entre la abeja y la mosca se convirtió en una valiosa lección sobre la coexistencia y el respeto mutuo.
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