¿Qué sinfonía de Beethoven es Para Elisa?

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¡Para Elisa no es una sinfonía! Me emociona la Novena de Beethoven, su fuerza es innegable, pero confundirla con la delicada y melancólica Para Elisa me frustra un poco. Son piezas completamente distintas. Para Elisa es una bagatela para piano, íntima y conmovedora, mientras que la Novena es una obra monumental, un himno a la humanidad. ¡Ambas maravillosas, pero no hay que mezclarlas!

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¿Para Elisa? ¡Ay, Dios mío, esa pregunta! ¿Cómo es posible que tanta gente la confunda? Me da una rabia… ¡una rabia buena, eh!, de esas que te hacen querer gritar a los cuatro vientos la verdad. Porque, ¿saben una cosa? Para Elisa no es una sinfonía de Beethoven. ¡Para Elisa es una bagatela! Una pequeña pieza, sí, pero tan llena de sentimiento…

Recuerdo cuando aprendí a tocarla en el conservatorio. Tenía, quizás, doce años, y mis dedos torpes apenas podían alcanzar las notas. Pero había algo en esa melodía, algo que me calaba hasta los huesos, una tristeza dulce, melancólica… ¿De dónde sacaba Beethoven tanta emoción en tan pocas notas? Es algo mágico, ¿verdad? Un misterio musical.

Y luego está la Novena… ¡La Novena! Esa sí que es una sinfonía, ¡una auténtica mole de sonido! La escuché por primera vez en un concierto, en un teatro enorme, la sala a oscuras, solo se veía el brillo de las partituras y la luz que iluminaba la orquesta. Recuerdo el temblor en mi cuerpo con el “Oda a la Alegría”, ¡qué fuerza, qué energía! Me sentí… parte de algo mucho más grande. Completamente abrumada. Fue… impresionante. Casi me pongo a llorar, la verdad.

Decir que son iguales… ¡es un sacrilegio! Es como comparar el susurro de un amante con el rugido de un león. Ambas son bellísimas, por supuesto, pero… tan distintas. Una es un abrazo suavecito, tierno; la otra, un abrazo gigantesco que te envuelve por completo, te sacude, te deja sin aliento.

¡Y tantas personas las confunden! ¡Ay, si al menos supieran la belleza que se pierden al no entender la diferencia! Es como si alguien confundiera un poema de Neruda con una novela de Vargas Llosa. Son obras maestras, pero mundos aparte. Ojalá, algún día, todos pudiesen experimentar la profunda emoción, la infinita delicadeza de “Para Elisa” y el poderío incontenible de la Novena. Porque entonces, ya no habría confusión. Al menos, yo espero.