¿Quién derrotó a Akaza en Demon Slayer?

A pesar de que Tanjiro Kamado asestó el golpe decisivo que decapitó a Akaza en el arco del Tren Infinito de Demon Slayer, atribuirle la victoria únicamente a él sería una simplificación injusta. Si bien la técnica Hinokami Kagura: Transformación del Sol Poniente, ejecutada con una precisión sobrehumana, fue crucial para romper las defensas de la Tercera Luna Superior, la verdadera derrota de Akaza se fraguó en una confluencia de factores, incluyendo su propio pasado y una lucha interna inesperada.

Tanjiro, impulsado por la furia y la tristeza por la muerte de Rengoku, logró superar la impenetrable Técnica de Despliegue Marcial de Akaza gracias a la memoria muscular heredada de su padre y a un estado de concentración extrema. El Sol Poniente, una técnica de respiración solar ancestral, logró lo que ninguna otra había conseguido: romper la guardia de Akaza y cercenar su cabeza. Sin embargo, incluso decapitado, el demonio poseía la fuerza suficiente para regenerarse.

Aquí es donde entra en juego el factor crucial que verdaderamente derrotó a Akaza: sus recuerdos. La inminente regeneración se detuvo abruptamente. Azotado por los recuerdos de su vida humana, de su padre, de su prometida Koyuki, y atormentado por el peso de sus acciones como demonio, Akaza eligió conscientemente abandonar la lucha por la supervivencia. Rechazando la oferta de Muzan Kibutsuji de mayor poder, Akaza se permitió desintegrarse, aceptando su derrota no a manos de Tanjiro, sino a manos de su propia humanidad redescubierta.

Por lo tanto, si bien Tanjiro infligió el daño físico decisivo, la victoria final sobre Akaza fue una victoria del espíritu humano. Fue la fuerza de la voluntad de Tanjiro, combinada con el resurgimiento de la humanidad de Akaza, lo que finalmente puso fin al reinado de terror de la Tercera Luna Superior. La decapitación fue el catalizador, pero la verdadera batalla se libró en el interior de Akaza, una batalla que finalmente perdió contra sí mismo y, paradójicamente, ganó al recuperar su humanidad perdida.