¿Cuántos días debe ver un padre a su hijo?
No existe un número de días legalmente establecido para las visitas paternas. Se suele optar por periodos quincenales, pero la frecuencia ideal depende de cada caso, priorizando siempre el bienestar y el vínculo padre-hijo. La flexibilidad es clave para ajustarse a las circunstancias particulares.
A ver, ¿cuántos días debería ver un padre a su hijo? Uf, qué pregunta tan difícil, ¿verdad? Es que no hay una respuesta mágica, de esas que te da la ley y ya está. No, no funciona así.
He oído hablar de padres que ven a sus hijos cada dos fines de semana, cada quince días, como dicen. Y sí, es una opción común, pero… ¿es la mejor? Ahí está el kit de la cuestión. Porque cada familia es un mundo, cada niño tiene sus propias necesidades. ¿No te parece?
Lo que sí tengo claro, clarísimo, es que lo importante, lo que de verdad cuenta, es que el niño esté bien. Que se sienta querido, arropado, que tenga ese vínculo fuerte con su padre. Y eso, ¿cómo se mide en días? Imposible.
Recuerdo a una amiga, Marta, que tras su divorcio luchaba por encontrar ese equilibrio. Al principio se aferró al “cada quince días” como si fuera un salvavidas. Pero su hijo, Pablo, no terminaba de conectar con su padre. Al final, después de mucho hablar, decidieron probar con visitas más cortas, pero más frecuentes. ¡Y funcionó! Pablo empezó a sentirse más a gusto, más cercano a su padre. ¿Ves? No hay una fórmula mágica.
Creo que la flexibilidad es crucial. A veces la vida te pone obstáculos: horarios laborales imposibles, distancias enormes… Pero siempre, siempre hay que buscar la manera de priorizar ese tiempo con los hijos. Aunque sea una llamada rápida antes de dormir, un mensaje por la mañana, un ratito jugando al escondite después del colegio. Esos pequeños momentos, a veces, son los que más valen.
Y ojo, no hablo solo de la cantidad, sino de la calidad. ¿De qué sirve ver a tu hijo todos los días si estás con el móvil, sin prestarle atención? Mejor un par de horas, pero con los cinco sentidos puestos en él. ¿No crees?
En fin, que cada caso es único. Lo importante es hablar, escuchar, entender las necesidades del niño y del padre, y sobre todo, tener la flexibilidad para adaptarse a las circunstancias. Porque al final, de lo que se trata, es de construir un vínculo fuerte y duradero. Y eso, amigos míos, no se mide en días.
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