¿Cómo entender el modo subjuntivo?

¿Cómo entender el subjuntivo? Uff… ¿El subjuntivo? Me acuerdo, al principio… ¡qué dolor de cabeza! Parecía un laberinto sin salida, un código secreto que jamás iba a descifrar. ¿Para qué tantos tiempos verbales, tantas excepciones, tanta… complicación? De verdad, me frustraba muchísimo.

Pero luego, como que algo hizo ¡clic! Empecé a verlo no como una lista de reglas para memorizar, sino como… ¿cómo explicarlo? Como una forma de expresar lo que sentimos, lo que deseamos, lo que tememos. No es lo que es, sino lo que podría ser.

Es la diferencia entre decir “Sé que Juan está en casa” (realidad pura y dura) y “Espero que Juan esté en casa” (ahí está, la esperanza, la incertidumbre, ¡el subjuntivo!). ¿Lo ven? Es como… como pintar con colores más sutiles, ¿no?

Recuerdo una vez, estaba en España, perdida en un pueblito encantador. Necesitaba encontrar un cajero automático. Le pregunté a una señora: “¿Sabe dónde hay un cajero?”. Y ella, con una sonrisa, me contestó: “Ojalá que lo encuentre pronto”. ¡Ojalá! Esa palabra, ese subjuntivo, me transmitió tanta amabilidad, tanta buena onda… No era solo una indicación, era un deseo de que me fuera bien.

Dicen por ahí –no sé si será cierto, pero suena lógico– que el subjuntivo es más común en las lenguas romances porque somos más… expresivos, más emocionales. Quizá sea verdad. Al fin y al cabo, la vida no es solo hechos concretos, ¿verdad? Está llena de dudas, de anhelos, de miedos… y el subjuntivo, con su magia, nos ayuda a expresarlo todo. A mí, al menos, me lo parece. Aunque a veces todavía me tropiece con él, claro… ¿A quién no le pasa?