¿Cómo hacer la caracterización?

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¡Ay, la caracterización! Para mí, es lo que realmente da vida a los personajes. Más allá de usar PAIRS, que es útil, intento sentir al personaje. Su apariencia, sí, importa, pero ¿cómo se mueve? ¿Cómo lo afecta su ropa? Y sus acciones... revelan tanto. ¿Es impulsivo? ¿Calculador? Sus pensamientos son la ventana a su alma, y cómo reacciona ante el mundo dice mucho de quién es. Y la forma en que habla... ¡es música! Un acento, un tic verbal... todo construye al personaje.

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¿Cómo crear un personaje de verdad? Ay, qué pregunta… ¡qué lío! Para mí, no es solo seguir una fórmula, aunque esos métodos PAIRS y demás ayudan a estructurar, ¿sabes? Al final, es más que eso, mucho más. Es como… sentir al personaje. Sentirlo en las yemas de los dedos, casi.

Me acuerdo una vez, escribiendo un cuento de una señora mayor que vivía sola en un pueblo perdido… pensé en su ropa, claro, toda arrugada y con parches, pero luego pensé ¿cómo se mueve? ¿Lentamente, apoyándose en un bastón de madera gastado? ¿O con una agilidad sorprendente para su edad, como mi abuela, que a sus ochenta años corría a regar las macetas antes de que el sol la quemara? Eso marcó la diferencia, créeme.

La apariencia es importante, sí, pero es la punta del iceberg. Lo que me obsesiona es… ¿cómo se comporta? ¿Cómo afecta su pasado a su forma de ser? A veces un personaje me sorprende, ¿verdad que sí? Empiezas a escribirlo como algo… simple, ¿y luego? ¡Bum! Te das cuenta de que es mucho más complejo de lo que pensabas, con un trasfondo que ni siquiera habías imaginado. Como esa vez que escribí de un detective que al principio parecía un tipo duro, pero que, al final, resultó ser un alma sensible, casi rota. ¡Quién lo iba a decir!

Y sus pensamientos… ¡Ay, sus pensamientos! Es como si pudieras entrar en su cabeza y escuchar sus dudas, sus miedos, sus anhelos… es la verdadera carne del personaje. A veces, incluso los personajes que me caen mal, me acaban dando pena o hasta un poco de rabia, ¿entiendes? Porque los he conocido de verdad. Es esa introspección la que lo hace realista. ¿De qué sirve un personaje plano, sin matices? ¡Para nada!

Y la forma en que hablan… ¡eso es oro puro! Un simple “eh”, un “pues mira tú”, un acento… pequeños detalles que pintan un retrato completo. Recuerdo un personaje, un pescador de Galicia, que hablaba con esa cadencia tan especial… ¡con solo leerlo, casi oía el sonido del mar! Es la música del personaje, la banda sonora de su vida. Es la guinda del pastel. O, mejor dicho… la sal que le da sabor a toda la historia.