¿Cómo se llaman los elementos metálicos?

¿Cómo se llaman esos elementos, esos brillantitos que fascinaban tanto a mi abuelo cuando era niño? ¡Ah, sí! Los metales, claro. Metales… la palabra misma suena a algo sólido, fuerte, ¿no? Como esos cubiertos de plata que teníamos en casa, tan pesados, tan elegantes, que parecían guardar en su brillo la historia de toda la familia. Recuerdo que, cuando era pequeña, me encantaba jugar con ellos, imaginándolos como tesoros de piratas.

Los metales, ¿verdad? Aluminio, bario, berilio… ¡qué nombres tan raros! Algunos suenan a hechizo, otros a planetas lejanos. Aluminio, por ejemplo, me trae recuerdos de las latas de refresco que recogía para reciclar en el colegio… ¡parecía que nunca acababan! Y el bismuto… ¿lo conocen? Es precioso, un color casi mágico. Un profesor de química me lo enseñó una vez, me impresionó la forma en que cristalizaba.

Hay muchísimos más, claro. Cromo, calcio, cadmio… Y cada uno con sus propiedades, su personalidad única. Conducen la electricidad, ¡qué maravilla! Eso sí que es magia, ¿verdad? Piensen en la luz que se enciende, en el ordenador donde estoy escribiendo esto… todo gracias a esos metales tan discretos y eficientes. Recuerdo la vez que se me quemó la tostadora… ¡qué susto! Y después, cuando la abrí para ver qué pasó, me di cuenta de lo fino que era todo el cableado, hecho de… ¡metales!

Dicen que hay más de 80 elementos metálicos… ¡ochenta! ¡Uf! Es una barbaridad, ¿no creen? Aunque claro, yo no me sé ni la mitad… ni siquiera cerca, la verdad. Pero el punto es que estos metales, estos brillitos, estos elementos fuertes y mágicos, forman parte de nuestra vida de una manera que a veces ni nos damos cuenta. Están en todo, en lo grande y en lo pequeño, en la tostadora, en mi móvil, en las joyas de mi abuela… y en las estrellas, ¿quién sabe?