¿Cómo se considera el trabajo doméstico?

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El trabajo doméstico abarca tareas realizadas en hogares privados, ofreciendo servicios de cuidado directo e indirecto a sus miembros. Este trabajo esencial contribuye significativamente a la economía del cuidado, desempeñando un papel fundamental en el bienestar familiar.

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La invisibilidad del trabajo doméstico: más allá de las cuatro paredes

El trabajo doméstico, ese universo de tareas que se desarrolla entre las cuatro paredes de un hogar, a menudo se percibe como algo “natural”, una extensión de roles de género tradicionales y, por lo tanto, invisible a los ojos de la economía formal. Abarca un amplio espectro de actividades, desde las más evidentes como la limpieza, la cocina y el lavado, hasta otras menos tangibles como la gestión del hogar, la organización familiar y, crucialmente, el cuidado directo e indirecto de sus miembros. Precisamente esta dimensión del cuidado es la que conecta el trabajo doméstico con la economía del cuidado, un sector emergente que pone en valor la importancia del bienestar de las personas y su interdependencia.

Mientras que el trabajo remunerado fuera del hogar se mide, se valora y se compensa económicamente, el trabajo doméstico, mayoritariamente realizado por mujeres, permanece en una zona gris de indefinición. Se asume como una responsabilidad inherente a ciertos roles familiares, lo que dificulta su reconocimiento como una actividad productiva que contribuye significativamente al bienestar social y económico. Esta invisibilidad tiene consecuencias profundas, no solo en la distribución desigual del trabajo dentro del hogar, sino también en la perpetuación de brechas de género en el acceso a oportunidades laborales, educativas y de desarrollo personal.

El trabajo doméstico no se limita a mantener un hogar limpio y ordenado. Implica la creación de un ambiente propicio para el desarrollo integral de las personas, desde la infancia hasta la vejez. El cuidado de niños, personas mayores o dependientes, la planificación de las comidas, la gestión del presupuesto familiar, la creación de un entorno emocionalmente estable, son todas tareas esenciales que sustentan el funcionamiento de la sociedad y permiten la participación de otros miembros de la familia en la vida laboral y social.

Repensar el valor del trabajo doméstico implica ir más allá de la simple cuantificación económica de las horas dedicadas a estas tareas. Requiere un cambio de paradigma que reconozca su importancia fundamental en la reproducción social y en la sostenibilidad de la vida. Esto implica visibilizar la carga de trabajo que recae, mayoritariamente, sobre las mujeres, promover la corresponsabilidad en el ámbito doméstico y explorar nuevas fórmulas que permitan conciliar la vida familiar y laboral, como servicios de cuidado accesibles y de calidad, y políticas públicas que reconozcan y valoren el trabajo doméstico como una contribución esencial al bienestar social. Solo así podremos avanzar hacia una sociedad más justa e igualitaria, donde el trabajo doméstico deje de ser una tarea invisible y se reconozca su verdadero valor.