¿Cómo se reparten los tercios de la herencia?

¿Cómo se reparten los tercios de la herencia? Uf… “tercios”… suena tan impersonal, ¿no? Como si fueran trozos de una tarta. Pero es que no es una tarta. Es la vida de alguien, condensada en objetos, casas, fotos… cosas que tocaron, que quisieron. Imaginen la carga emocional… Yo, por ejemplo, cuando mi abuela falleció, no podía ni mirar sus cosas sin que se me hiciera un nudo en la garganta. Cada objeto tenía una historia, un recuerdo pegado a él.

La ley, claro, lo divide todo fríamente. Legítima, mejora, libre disposición… Palabras que parecen sacadas de un manual de instrucciones, ¿verdad? La legítima es para los herederos forzosos, esos que, digamos, “les toca” sí o sí. Luego está la mejora, para, bueno, “mejorar” la parte de alguno de esos herederos. Y, por último, la libre disposición, la parte donde quien ya no está decide a quién le deja qué. ¡Ahí es donde está la miga! Esa decisión… ¡cuánto peso tiene!

Recuerdo que mi abuela le dejó a mi prima su juego de té de porcelana. Un juego antiguo, un poco descascarillado, pero que mi prima adoraba. ¿Valor económico? Probablemente poco. ¿Valor sentimental? Infinito. Me imagino a mi abuela pensando en ella, en la ilusión que le haría… y me emociono. Esas pequeñas cosas, esos detalles, son los que realmente importan, ¿no creen? Demuestran el cariño, las historias compartidas… el verdadero legado. No sé, a veces pienso que más que repartir “cosas”, repartimos recuerdos, pedacitos de la vida de alguien que ya no está con nosotros. Y eso… eso no tiene precio.