¿Cuáles son los tipos de modelos de pronóstico?

¿Sabes qué? A veces me siento como un navegante en alta mar, intentando predecir el tiempo… ¿Adivinar el futuro? ¡Imposible! Pero bueno, al menos podemos intentarlo, ¿no? Hablando de intentar adivinar el futuro, estoy aprendiendo sobre modelos de pronóstico, y ¡qué lío! Hay un montón, ¡una verdadera selva!

Los hay de dos tipos, principales, al menos eso he entendido. Los cualitativos, como intentar leer las estrellas, ¿sabes? Basados más en la intuición, en la “chispa” que te da la experiencia. Piensa en el método Delphi, por ejemplo. Una vez participé en una de esas encuestas, sobre el futuro del mercado de… bueno, digamos “accesorios para gatos”. Era un cuestionario larguísimo, y al final, ¡la conclusión era tan vaga como el humo! O la “fuerza de ventas compuesta”, que es como juntar a todos los vendedores y pedirles su opinión. ¿Funciona? A veces, supongo… Recuerdo cuando trabajé en una tienda de ropa, y todos los vendedores creían que la línea de vestidos bohemios iba a ser un éxito. ¡Y vaya si lo fue! Pero otras veces… bueno, otros fueron fiascos.

Y luego están los cuantitativos. Estos son más fríos, más… numéricos. Como esas hojas de cálculo interminables, con datos históricos, ¡un montón de números que intentan predecir el futuro! Es como intentar descifrar un código secreto. Utilizan análisis estadísticos, ¡todo muy complejo! A veces me siento completamente perdido con tantas variables y ecuaciones… A mi modo de ver, parece que estos modelos buscan patrones en el pasado para predecir el futuro, pero claro, ¿el pasado siempre predice el futuro? ¿Acaso no hay imprevistos que lo cambian todo? El mundo es un lugar caótico y variable, por eso, me temo, ningún método es infalible.

En fin, entre los métodos cualitativos están el de Delphi, la investigación de mercado, el consenso de grupo y la simple, pero a veces efectiva, visión. Pero, como decía, al final… siempre hay un poco de intuición, un poco de “feeling”, que no se puede medir con números. ¿O sí? Esa es la pregunta del millón, ¿no?