¿Qué características debe tener un empresario para tener éxito?

¿Qué hace falta para triunfar como empresario? Ay, Dios mío, esa pregunta… ¡me la he hecho mil veces! Emprender… ¿Sabes? Es como bailar con un tigre. Un momento estás arriba, sintiéndote invencible, al siguiente te ha arañado y te deja hecho polvo en el suelo. Recuerdo una vez, empecé un proyecto con mi mejor amiga, éramos dos ilusas creyendo que íbamos a cambiar el mundo con nuestra app de recetas veganas… ¡qué inocencia! Nos pasamos meses sin dormir, viviendo a café y a base de pura fe. Al final, fracasamos. Brutal. Pero… ¿sabes qué? Aprendimos un montón, y eso no se paga con dinero.

Para mí, la clave no es solo la inteligencia, aunque sí, necesitas cierta agilidad mental, ¿no? No se trata de ser un genio matemático, pero sí de tener ojo para ver oportunidades donde otros solo ven problemas. Es más… creo que se necesita una mezcla rara de cosas. Primero, una fe ciega, una fe casi religiosa, en tu idea, en ti mismo… Aunque parezca una locura, esa fe es el combustible que te mantiene en marcha cuando todo se viene abajo. Recuerdo esa vez, justo antes de lanzarme con mi propio negocio de diseño web, estaba tan nerviosa que no dormía. Pero me repetí una y mil veces: “puedes hacerlo”. Y lo hice, ¡aunque casi me da un ataque al corazón el día del lanzamiento!

Luego, la disciplina… ¡madre mía la disciplina! Es como tener un monje Shaolin viviendo dentro de ti, golpeándote suavemente (o a veces, no tan suavemente) para que te pongas a trabajar, aunque te sientas agotado, aunque tengas ganas de llorar, aunque parezca que todo está perdido. Es una lucha constante contra la pereza, contra el miedo, contra la duda. Necesitas esa perseverancia, esa terquedad que te impide soltar la presa. Recuerdo esos días, tras el fracaso con la app, donde la tentación de tirar la toalla era enorme, pero… ¡algo dentro de mí me empujaba a seguir!

Y por supuesto, la pasión. Esa chispa que te quema por dentro, que te hace levantarte cada mañana con ganas de comerte el mundo. Sin esa pasión, sin ese fuego sagrado, es imposible. Es como escalar una montaña… sin el deseo de llegar a la cima, ¿qué sentido tiene el esfuerzo? Las cifras, los estudios de mercado… son importantes, claro que sí. Ayudan. Pero si no tienes esa llama interior… esos datos solo son números fríos y secos. Al final, el éxito es algo muy personal, muy subjetivo. No existe una fórmula mágica. Pero sí creo que estas son algunas de las piezas del puzle… el resto… ¡se construye con sudor, lágrimas… y mucho, mucho café!