¿Cuándo hay que preocuparse por las pulsaciones del corazón?

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Si tu ritmo cardíaco en reposo supera los 100 latidos por minuto (taquicardia) o baja de 60 (bradicardia) sin ser deportista de élite, debes consultar a un médico, especialmente si experimentas mareos, desmayos u otros síntomas. Una evaluación profesional determinará la causa y el tratamiento adecuados.

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¿Cuándo Debes Preocuparte por Tus Pulsaciones Cardíacas? Más Allá de los Números

El ritmo cardíaco, ese silencioso latido que marca el compás de nuestra vida, suele pasar desapercibido. Sin embargo, su regularidad y frecuencia son indicadores cruciales de nuestra salud cardiovascular. Mientras que una ligera variación es normal, existen situaciones en las que una alteración de las pulsaciones debe encender las alarmas. Despejemos algunas dudas sobre cuándo debemos preocuparnos realmente.

El conocimiento general nos dice que un ritmo cardíaco en reposo entre 60 y 100 latidos por minuto (lpm) se considera normal para la mayoría de los adultos. Pero esta cifra es una referencia, no una regla inamovible. La edad, el estado físico, el estrés, la medicación y otros factores pueden influir en la frecuencia cardíaca. Un deportista de élite, por ejemplo, puede tener un ritmo cardíaco en reposo significativamente más bajo sin que ello represente un problema.

La verdadera preocupación surge cuando se sale de ese rango “normal” de forma persistente y se acompaña de síntomas. Si tu ritmo cardíaco en reposo se mantiene consistentemente por encima de 100 lpm (taquicardia) o por debajo de 60 lpm (bradicardia), sin ser un atleta de alto rendimiento, es crucial buscar atención médica. No se trata simplemente de un número en una aplicación de salud, sino de una señal que puede indicar un problema subyacente.

Pero la frecuencia cardíaca no es la única variable a considerar. La presencia de síntomas asociados es igualmente importante. Si, además de la taquicardia o bradicardia, experimentas cualquiera de las siguientes situaciones, la consulta médica es imperativa:

  • Mareos o vértigo: Sensación de inestabilidad o de que el entorno gira.
  • Desmayos o síncopes: Pérdida breve del conocimiento.
  • Dolor en el pecho (angina de pecho): Presión, opresión o dolor en el tórax, que puede irradiarse a los brazos, cuello o mandíbula.
  • Dificultad para respirar (disnea): Sensación de falta de aire o respiración entrecortada, incluso en reposo.
  • Palpitaciones: Sensación de que el corazón late con fuerza, de forma irregular o acelerada.
  • Fatiga extrema: Cansancio persistente e inusual, que no mejora con el descanso.
  • Hinchazón en piernas y tobillos: Acumulación de líquido (edema) que puede indicar problemas cardíacos.

Ignorar estos síntomas puede ser peligroso. Una evaluación profesional, que puede incluir un electrocardiograma (ECG), pruebas de esfuerzo y otras exploraciones, determinará la causa subyacente de la alteración del ritmo cardíaco. Las posibles causas son diversas, desde problemas en el sistema de conducción eléctrica del corazón hasta afecciones como la hipertiroidismo, la deshidratación o incluso problemas de ansiedad. Solo un médico puede realizar un diagnóstico preciso y recomendar el tratamiento adecuado, que puede ir desde cambios en el estilo de vida hasta la administración de medicamentos o, en casos excepcionales, intervenciones quirúrgicas.

En conclusión, aunque el rango de 60-100 lpm sirve como guía, la persistencia de un ritmo cardíaco fuera de este rango, especialmente cuando se acompaña de síntomas, exige una visita médica. No subestimes la importancia de tu salud cardiovascular; una pronta atención puede marcar la diferencia.