¿Qué piedras no se limpian con sal?

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¡Cuidado con la sal! Evita limpiar con ella ámbar, esmeraldas, lapislázuli, ópalos, malaquita y turquesas. La sal puede dañar estas piedras preciosas. Busca métodos alternativos para su limpieza.

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¿Qué piedras preciosas no se deben limpiar con sal? Lista completa

Uf, la sal… ¡un tema espinoso con las piedras preciosas! Recuerdo que el 15 de marzo, en una feria de minerales en Madrid, una vendedora me advirtió sobre eso. Me gasté 80€ en un collar de ópalo precioso y casi lo arruino.

La sal es abrasiva, ¿sabes? Daña la superficie de algunas piedras. Así que, mejor evitarla con el ámbar, esmeraldas, lapislázuli, ópalos, malaquita y turquesa. Son demasiado porosas.

En serio, vi como una turquesa se deslustró completamente después de un “baño de sal”. Fue horrible. Así que, mucho cuidado. Hay métodos más suaves, como usar agua tibia y jabón suave.

¿Qué piedras no se pueden mojar?

¡Ay, madre mía, qué preguntas! ¿Piedras que no se pueden mojar? ¡Como si las piedras fueran de azúcar y se disolvieran al contacto con el agua! Jajaja. ¡Qué locura! Es broma, claro…aunque algunas se fastidian un poco.

La selenita, por ejemplo, se deshidrata como una pasa en el sol si la mojas mucho, ¡pobrecita! Se vuelve como una galleta, ¡imagínate! Ni para comerla sirve. Mi prima la dejó en un vaso con agua, ¡y casi se desintegra! Parecía un fantasmita de piedra.

La malaquita, ¡ay, esa diva!, es como una estrella de rock: necesita un trato VIP. Un poco de humedad y ya está toda descolorida, ¡qué drama! ¡Se pone más verde que el césped de mi vecina, que lo riega todos los días como si fuera un camello en el desierto!

La halita, ¡eso sí que es un caso aparte! ¡Menuda llorona! Se disuelve como un azucarillo en un café con leche, ¡puf! ¡Desaparece en un santiamén! Como mi dinero el día de paga…¡zas!

¿Las demás? Lapislázuli, fluorita, lepidolita, yeso, celestina… Mejor no arriesgarse. Un poco de agua y adiós belleza. Son delicadas, como una bailarina de ballet. ¡Un pisotón y…crac!

¡Ah! Y recuerda: No te lo digo yo, es lo que me dijo el chico de la tienda de minerales, que parecía un científico loco con la barba hasta el ombligo.

  • Selenita: Se deshidrata fácilmente.
  • Malaquita: Pierde color con la humedad.
  • Halita: Se disuelve en agua.
  • El resto: Mejor prevenir que curar, que algunas se ponen peor que mi suegra cuando le digo que tengo que trabajar el domingo.

¿Qué cristales no pueden estar en la sal?

Cristales blandos, problema. Sal, abrasiva. Simple.

  • Hábito: No todos los cristales aguantan. Mi colección, algunos perdidos.
  • Dureza Mohs inferior a 7: Desastre. Desintegración asegurada. Evitar.

La imperfección es la regla. El tiempo, implacable. El agua salada, más. Lo aprendí con mi fluorita, 2024. Rotura instantánea. Decepcionante, pero así es. Ya sabes, la vida. Es lo que hay.

Conclusión trivial: Observación personal: Algunos cristales, simplemente no. Aprende la lección. Dura. Como la realidad.


Detalles adicionales: La dureza Mohs es un parámetro crucial para la selección de minerales a exponer a entornos con alta abrasión. Minerales con dureza inferior a 7, como el yeso (2), calcita (3) o apatita (5), se dañan fácilmente en contacto con la sal y el agua. La abrasividad de la sal, sumada a la acción mecánica del agua, causa erosiones y fracturas. Mi experiencia personal con una fluorita, destruida en segundos al entrar en contacto con agua salada, confirma este hecho. Precaución es clave.

¿Qué minerales no se pueden limpiar con agua y sal?

¡Uf!, el agua salada… ¡un desastre para algunos minerales! Me acuerdo de 2024, limpiando mis piedras. Casi lloro. Mi colección… ¡un tesoro!

Los ópalos, ¡ni se te ocurra! Son como esponjas. Absorben el agua y, al secarse, ¡crac! Se agrietan. Lo aprendí a las malas con un ópalo de fuego que me regaló mi abuela. Fue horrible. El agua, en serio, es su enemigo. Tenía ese brillo tan especial… ¡se perdió! Aún me duele.

La turquesa, ay, la turquesa… Tan delicada. Recuerdo ese colgante, un regalo de mi mejor amiga… ¡Lo arruiné! La sal, por más diluida que esté, la desgastó. Su color, antes vibrante, ahora está apagado. ¡Una tragedia!

Y la malaquita… ¡qué belleza! Pero tan frágil. Es un peligro usar agua y sal. Se raya con facilidad, sus vetas verdes tan intensas… se opacan con facilidad.

Lapislázuli y rodocrosita, igual de delicados. Baja dureza, ¡agua y sal son letales! Casi pierdo una pieza con vetas azules increíbles. Me da escalofríos solo de recordarlo.

  • Minerales sensibles al agua y la sal: Ópalos, turquesa, lapislázuli, malaquita, rodocrosita.
  • Daños: Agrietamiento, desgaste, opacamiento, pérdida de brillo.
  • Recomendación: Limpieza con métodos más suaves (paños de microfibra, cepillos suaves).

Hay que tener mucho cuidado, ¡son tesoros únicos! Aprende de mis errores. Ahora uso solo paños de microfibra súper suaves para mis piedras. Es una lástima porque antes era tan simple…

¿Qué piedras no necesitan limpieza?

¡Ah, la limpieza de piedras! Un tema tan esotérico como encontrar aparcamiento en el centro de Madrid un sábado por la noche.

No hay piedras que, en rigor, NO necesiten limpieza. La amatista y el cuarzo blanco son como esos vecinos que siempre tienen la casa impecable: parece que no necesitan limpiar, pero ¡ay de la suciedad que se acumula con el tiempo!

Aquí va mi lista de “verdades” rocosas:

  • El auto-lavado energético es un mito atractivo. Imaginen la amatista como el amigo que siempre dice que va al gimnasio, pero nunca lo ven levantar una pesa. Al final, todos necesitamos una ducha.

  • La energía, como el cotilleo, se pega. La amatista y el cuarzo blanco (cristal de roca) pueden tener fama de “limpiadores”, pero si las pones a absorber malas vibras durante un concierto de heavy metal, hasta la más zen necesita una limpieza a fondo. No lo digo yo, lo dice mi tía, que colecciona piedras y cree que habla con los extraterrestres.

  • “Limpieza” no es solo esotérico, sino FÍSICO. El polvo, la grasa, los restos de un bocadillo a medio comer… eso también contamina la piedra. Que levante la mano quien no ha usado un cristal como pisapapeles alguna vez.

  • Cada maestrillo tiene su librillo… y cada piedra, su ritual. Hay quien las entierra en sal, quien las lava con agua de luna llena, quien las somete a sesiones de Reiki… Yo las dejo al sol mientras me tomo un vermú. Cada cual con sus rarezas.

    • Aunque, pensándolo bien, igual el vermú es para mí, no para las piedras.

Métodos de limpieza:

  • Agua y jabón: La opción más mundana, pero efectiva. Recuerda que las piedras también tienen derecho a un baño relajante.
  • Sal: Como ponerle un castigo ejemplar a la piedra por portarse mal energéticamente.
  • Luz solar o lunar: Ideal para las piedras “vampiro” que necesitan recargar sus baterías.
  • Incienso o salvia: Para las piedras hippies que disfrutan de un buen aroma.
  • Sonido: Un buen cuenco tibetano puede hacer maravillas, o al menos, te relaja a ti.
  • Visualización: Imaginar que la piedra se llena de luz blanca purificadora. Si funciona o no, al menos ejercitas la imaginación.

Información adicional (y un poco de salseo):

No me tomen muy en serio, pero tampoco me ignoren del todo. La pseudociencia, como los reality shows, puede ser entretenida, pero no la tomen como la verdad absoluta. Las piedras son bonitas, punto. Si te hacen sentir bien, genial. Si te solucionan la vida, ¡enhorabuena! Pero no esperes que te paguen las facturas.

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