¿Qué significa morir de muerte súbita?

¿Qué sucede después de una muerte súbita?

Tras una muerte súbita, el cuerpo se despide del pulso con menos elegancia que yo de mis propósitos de Año Nuevo. En segundos, el conocimiento se escapa como un gato por la ventana. Y la respiración, bueno, ella se toma unas vacaciones permanentes.

Si nadie se anima a dar una mano (o dos, para RCP), el desenlace es tan inevitable como mi necesidad de café por la mañana. En cuestión de minutos, el “game over” se hace realidad.

La muerte súbita es como un cortocircuito en el sistema eléctrico del cuerpo. Y sí, al final la factura la paga uno mismo.

• Imagina al corazón como un DJ pinchando hits. De repente, el tocadiscos se avería. ¡Silencio!
• El cerebro, ese cotilla, se queda sin información. Ya no sabe si el vecino ha vuelto a pintar la fachada.
• Los pulmones, convertidos en globos desinflados, ya no pueden mantener la conversación. Se acabó el aire fresco.

Atención inmediata: la clave para cambiar el final de la historia. ¿RCP? Más vale saberla que lamentarla.

Datos curiosos (o no tanto): este año, mi vecino del quinto sigue creyendo que el yoga solucionará todos sus problemas. Yo sigo pensando que necesita un buen electricista… o al menos un desfibrilador. En fin, cada uno con sus cortocircuitos.

¿Qué sucede después de una muerte súbita?

El pulso se desvanece, como arena entre los dedos. Un silencio repentino, un vacío.

Después, el conocimiento se apaga, la luz se extingue.

La respiración se vuelve un recuerdo, un eco lejano. El cuerpo, inerte.

• Si la ayuda no llega, el final es inevitable. Minutos contados, un reloj implacable.
• El adiós definitivo, una puerta que se cierra.

Pienso en mi abuela, su mano fría aferrando la mía, el silencio denso en la habitación. Un vacío que aún siento, como si una parte de mí se hubiera ido con ella. La muerte súbita, un ladrón silencioso, implacable.