¿Cuánto daña teñirse el pelo?

¿Cuánto daña teñirse el pelo? Ay, esa pregunta… ¡cuántas veces me la he hecho yo misma! Recuerdo la primera vez que me tiñí el pelo, tenía 16 años y quería parecerme a esa chica del grupo de música que me encantaba. ¡Qué locura! El resultado… bueno, digamos que fue… interesante. Pero el daño… el daño fue real. Mi pelo, antes tan brillante y suave, se volvió como paja. Como si hubiera perdido toda su vida.

Teñir el pelo con frecuencia, sí, lo sé, lo he vivido en carne propia. Daña la estructura, lo deja seco… ¡qué horror! Quebradizo, sin vida, como si le hubieran robado el alma. Se vuelve áspero al tacto… ¿quién quiere acariciar paja? Y esa sensación, esa sequedad, ¡es horrible!

Y el cuero cabelludo… ¡ay, el cuero cabelludo! Con cada aplicación, es como si le echaras un puñado de sal a una herida abierta. La irritación es inevitable, sobre todo si, como yo, tienes un cuero cabelludo sensible. He tenido reacciones alérgicas… esas picazones infernales, ese enrojecimiento… ¡un verdadero infierno! Ahora lo pienso y me pregunto: ¿valía la pena? A veces sí, a veces… no tanto.

He leído estudios, sí, cosas de porcentajes y estadísticas… algo así como que el 70% de las mujeres que se tiñen el pelo con frecuencia sufren sequedad, pero a mí qué me importan los porcentajes. Lo importante es que yo lo he vivido. Y créanme, no es bonito.

Así que, ¿el consejo? Minimizar la frecuencia de tintes, claro. Buscar productos menos agresivos… ¡eso sí que es difícil! A veces, la diferencia de precio entre un tinte “suave” y uno… bueno, digamos “más agresivo”, no es mucha y aún así, la diferencia en el daño es abismal. Hay que probar, experimentar, encontrar lo que mejor se adapta a tu pelo, a tu cuero cabelludo… a tu vida. Porque al final, se trata de eso ¿no? De encontrar un equilibrio entre sentirnos guapas y querer seguir teniendo un pelo sano y bonito. Algo que, después de tantas experiencias, aprendo a valorar cada vez más.

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