¿Cuánto vale más, un rubí o una esmeralda?

¿Rubíes o esmeraldas? ¡Ay, qué dilema! A mí, personalmente, me encantan ambas, ¿verdad? Pero si hablamos de precio… bueno, eso ya es otra historia. Siempre me ha fascinado el mundo de las gemas, y recuerdo una vez, en un viaje a Jaipur, ver un rubí tan intenso, tan…vivo, que me dejó sin aliento. Era increíble. Y caro, claro. Mucho más caro que cualquier esmeralda que haya visto por allí.

Según me han contado – y ojo, que no soy geóloga ni nada, ¿eh? – los rubíes suelen ser más valiosos. ¿Por qué? Pues parece que son más raros, ¡qué cosas! Es como encontrar una aguja en un pajar, pero en versión joya. Ya sabes, esas cuatro “C” que siempre oyes: color, claridad, corte y quilates. Importan un montón, ¿no? Pero incluso con todo igual, un rubí suele ganar. He leído por ahí que algo tiene que ver con la dificultad de encontrar yacimientos buenos, ¡imagínate!

Recuerdo que una amiga, coleccionista de piedras preciosas – tiene una colección alucinante, por cierto – me contaba que la ubicación de la mina influye muchísimo en el precio. Una misma piedra, sacada de dos lugares diferentes, puede tener un valor completamente distinto. ¡Increíble, ¿no? Es como si el lugar donde crece una joya le diera un extra de magia, de historia… o de precio, claro.

En fin, que si tienes que elegir entre un rubí y una esmeralda, y el presupuesto es ajustado… bueno, la respuesta es bastante obvia. Pero si te enamoras de una esmeralda, ¡quién te dice que no valga la pena el esfuerzo extra! Al final, el valor real de una joya, ¿no es más que la emoción que te provoca? Eso sí que no se mide en quilates ni en dólares.