¿Qué es bueno echarle al agua para remojar los pies?

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Ay, ¡qué placer un buen remojo de pies! Para mí, lo ideal es agua tibia con un puñado generoso de sal marina, ¡se siente tan relajante! Me encanta cómo la sal ablanda la piel, como si la mimara. Después, un suave masaje y exfoliación, ¡y mis pies quedan como nuevos! Es una pequeña terapia que me reconcilia con el mundo después de un día largo; ¡lo recomiendo totalmente!

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¡Ay, Dios mío, qué rico es un buen remojo de pies! Después de un día que parece que te hubieran echado cemento en las piernas, no hay nada como… ¡un buen balde de agua calentita! ¿Pero qué le echo yo al agua? Esa es la pregunta del millón.

Para mí, lo ideal, lo que me funciona a mí como anillo al dedo, es agua tibia, ¡pero no hirviendo, eh! Que tampoco queremos cocernos los pies como si fuéramos una langosta. Y ahí va mi truquito: un puñado generoso de sal marina. ¿Por qué sal marina? Pues no sé, quizás sea la sugestión, pero siento que tiene algo especial, algo que relaja más.

¿Alguna vez has sentido esa sensación de “ahhhhh”? Pues así, multiplicado por diez, cuando metes los pies en esa agüita salada. Me encanta cómo la sal ablanda la piel, como si le diera un respiro, ¿sabes? Como si le dijera: “Tranquila, pies, hoy te toca descansar”.

Y después, ya cuando están bien remojaditos, me doy un suave masaje, nada sofisticado, simplemente amasando un poquito los talones, los dedos… ¡Ay! Y una exfoliación suave. Con un poquito de piedra pómez o con un exfoliante casero que me hago con azúcar y aceite de oliva (¡queda de maravilla!).

¡Y mis pies quedan como nuevos! Literalmente. Es como si me quitara diez años de encima, o al menos la sensación de tener diez años más en los pies. Es una pequeña terapia, un mimo que me reconcilia con el mundo después de un día largo. Y, ¿sabes qué? ¡Lo recomiendo totalmente! No cuesta nada y te hace sentir de maravilla. ¿Te animas a probar? 😉