¿Qué significado tiene tener pecas?

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Ay, las pecas... ¡A mí me encantan! Para mí, son como pequeños besitos del sol, recuerdos de días felices al aire libre. Claro, sé que son un aviso de la radiación UV, y hay que protegerse, ¡pero qué le vamos a hacer! Me recuerdan a la infancia, a la libertad, a la alegría de jugar sin preocupaciones. Son una marca personal, una historia escrita en mi piel, y aunque deba usar protector solar, no las cambiaría por nada.

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¡Ay, las pecas! ¿Qué les puedo decir? A mí, personalmente, ¡me chiflan! En serio, las veo y es como si el sol me hubiera dado pequeños besitos, ¿saben? Recuerdos de esos días de verano interminables jugando fuera, sin más preocupaciones que pillar el helado antes de que se derrita.

Claro, claro, sé que al final son una señal de que la radiación UV ha estado haciendo de las suyas y que hay que protegerse. ¡No soy tonta! Protector solar siempre a mano, eh. Pero… ¿qué le vamos a hacer? Cuando me miro al espejo y las veo, me teletransportan a mi infancia. A esa libertad, a esa alegría pura que solo se siente cuando uno es niño.

Me acuerdo, por ejemplo, cuando iba a casa de mi abuela en el pueblo. Pasábamos horas en el huerto, ayudándola a recoger tomates y fresas. El sol pegaba fuerte, sí, pero no me importaba. Ahora, miro las fotos de esa época y… ¡madre mía, cómo tenía la cara llena de pecas! Parecía una constelación.

Y eso es lo que son, ¿no creen? Una constelación personal. Una marca única. Una historia escrita directamente en mi piel. Sí, tengo que andar con cuidado y usar protector solar (que mi dermatólogo me mata si no), pero la verdad, no las cambiaría por nada del mundo. Son parte de mí, de mi historia, de quién soy. Y me encantan. Punto.