¿Cuál es la piedra preciosa más común?

¿Sabes cuál es la piedra preciosa más común? A mí, hasta hace poco, me hubiera costado responder. Siempre he pensado en diamantes, brillantes y majestuosos, o en las esmeraldas, con ese verde tan intenso que te deja sin aliento… ¿Quién piensa en el cuarzo, verdad? Pues sí, ¡el cuarzo!

Resulta que el cuarzo, en todas sus formas –amatista, que yo adoro, con su violeta tan profundo; citrino, con ese amarillo soleado que me recuerda a las vacaciones en la playa; y un montón más que ni siquiera conozco–, es el rey, el más abundante. ¡Quién lo diría! Me quedé patidifusa cuando lo leí, la verdad. Recuerdo a mi abuela, que tenía un anillo con una amatista enorme, una piedra preciosa impresionante… Y ahora pienso que, aunque preciosa, era mucho más común de lo que imaginaba.

Dicen que los diamantes, rubíes, zafiros y esmeraldas, esas piedras que brillan en las vitrinas de las joyerías y nos hacen suspirar, son mucho menos abundantes. ¡Imagínate! Millones de cuarzos por cada diamante, algo así me pareció leer. Suena increíble, ¿no? Como si la naturaleza hubiera decidido que la belleza más accesible debía ser también la más común.

Igual esto me hace pensar… ¿Acaso el valor de una piedra no está también en su rareza? En su exclusividad? O ¿quizá reside en la conexión que crea con quien la posee? Mi abuela, por ejemplo, amaba esa amatista, y ese amor le daba un brillo único, ¡mucho más especial que cualquier diamante! Eso sí lo tengo clarísimo.