¿Cuáles son los objetos más lejanos que podemos observar?
Mirar al cielo nocturno es como viajar en el tiempo. Cada estrella, cada galaxia, se nos muestra tal y como era cuando la luz que ahora percibimos inició su viaje, un viaje que puede haber durado millones, incluso miles de millones de años. Esto significa que cuanto más lejos miramos, más nos acercamos al origen del universo. Pero, ¿cuál es el objeto más lejano que podemos observar? ¿Dónde se encuentra el límite de nuestro universo observable?
La respuesta, a día de hoy (julio de 2023), apunta a la galaxia JADES-GS-z13-0, una tenue mancha de luz situada a la asombrosa distancia de 13.600 millones de años luz de la Tierra. Observada por el telescopio espacial James Webb, esta galaxia se formó apenas 300 millones de años después del Big Bang, una ínfima fracción de la edad actual del universo, estimada en 13.800 millones de años. Imaginar su existencia en un universo tan joven, un universo en plena formación, donde las primeras estrellas y galaxias apenas comenzaban a brillar, es un ejercicio de humildad cósmica.
La detección de JADES-GS-z13-0 no solo representa un récord de distancia, sino también una ventana privilegiada a la infancia del universo. Su estudio nos permite comprender mejor los procesos de formación y evolución de las primeras galaxias, su composición química y la velocidad a la que se formaron las estrellas en aquel entorno primordial. Gracias al James Webb, podemos analizar la luz de estas galaxias lejanas y descifrar las pistas que nos ofrecen sobre los primeros momentos del cosmos.
Sin embargo, JADES-GS-z13-0 no es el único objeto distante que podemos observar. Existen otros candidatos a galaxias aún más lejanas, cuya confirmación aún está pendiente. Además de las galaxias, también podemos detectar cuásares, núcleos galácticos extremadamente brillantes alimentados por agujeros negros supermasivos, a distancias igualmente impresionantes. Estos objetos, auténticos faros cósmicos, nos permiten sondear las profundidades del universo y estudiar la evolución de los agujeros negros en las primeras etapas del cosmos.
Pero si buscamos el objeto más lejano observable, en el sentido más literal, debemos ir más allá de las galaxias y los cuásares. Debemos remontarnos a la época en que el universo era tan denso y caliente que la luz no podía viajar libremente. Hablamos de la Radiación Cósmica de Fondo (CMB, por sus siglas en inglés), una tenue radiación que permea todo el universo y que representa la foto más antigua que podemos obtener del cosmos, tomada apenas 380.000 años después del Big Bang.
Esta radiación, descubierta en 1964, es una reliquia del momento en que el universo se enfrió lo suficiente como para que los protones y electrones se combinaran para formar átomos de hidrógeno, liberando fotones que han viajado por el espacio desde entonces. Observar la CMB es como observar el universo en su infancia, un universo opaco y caliente que comenzaba a tomar forma.
En conclusión, la búsqueda de los objetos más lejanos nos permite acercarnos al origen del universo y comprender mejor su evolución. Desde las galaxias más distantes como JADES-GS-z13-0, hasta la tenue huella de la Radiación Cósmica de Fondo, cada observación nos proporciona una pieza clave en el rompecabezas cósmico, permitiéndonos reconstruir la historia del universo desde sus primeros instantes hasta la actualidad. Y con cada nueva generación de telescopios, nos acercamos aún más al horizonte cósmico, desvelando los misterios que aún se esconden en las profundidades del espacio y el tiempo.
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