¿Qué cuerpos conforman el universo?

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¡Uf, el universo! Me emociona pensar en todo lo que contiene. Para mí, no son solo galaxias, estrellas y planetas fríos. Son historias titánicas de creación y destrucción, lugares donde las leyes de la física se retuercen de maneras que apenas comprendemos. ¡Imagínate la furia incandescente de una estrella, o la soledad gélida de un asteroide vagando sin rumbo! Siento que el universo nos invita a descubrir sus secretos, a maravillarnos con su inmensidad y a reflexionar sobre nuestro insignificante pero precioso lugar en él.

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¿Qué cuerpos conforman el universo? Buf… es que… ¿cómo abarcar algo tan inmenso? Me pierdo solo de pensarlo. Para mí, el universo no es simplemente una lista de cosas: galaxias, estrellas, planetas, polvo cósmico… No. Es… ¿cómo decirlo? Una sinfonía de caos y orden, una danza eterna de creación y destrucción. ¿Te imaginas? ¡Explosiones estelares que crean elementos nuevos, agujeros negros que tragan todo a su paso, nebulosas pintadas con colores que ni existen en la Tierra! A veces, mirando al cielo en una noche clara, me siento tan pequeña… y a la vez, tan conectada a todo. Recuerdo una vez, de niña, en el campo con mi abuelo. Me enseñó la Vía Láctea, esa franja lechosa cruzando el cielo. Me contó que estaba formada por miles de millones de estrellas, ¡miles de millones! No me entraba en la cabeza. ¿Y si cada una de esas estrellas tuviera planetas girando a su alrededor? ¿Y si en alguno de esos planetas hubiera… vida? Me explotaba la cabeza, ¿sabes? Dicen los científicos – leí por ahí que algo así como el 95% del universo es materia y energía oscura que ni siquiera podemos ver– y me pregunto, ¿qué misterios estarán ocultos ahí? ¿Qué cosas increíbles nos quedan por descubrir? Es abrumador, sí, pero también es emocionante. Es como… como si el universo nos estuviera susurrando al oído: “Ven, explórame, descúbreme. Aún tienes tanto por ver”. Y yo… yo quiero verlo.