¿Qué sucede cuando el ángulo de refracción es de 90?

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¡Ay, qué lío! Si el ángulo de refracción llegara a 90 grados, ¡estaríamos hablando del ángulo crítico! Eso significa que la luz ya no se refracta, ¡se refleja totalmente! Es como si la luz dijera ¡no paso! y se devolviera al medio original. Me fascina pensar en ese momento límite, ese punto de inflexión donde la luz decide su destino. Es un fenómeno precioso, la verdad.

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¿Qué pasa cuando el ángulo de refracción se pone a 90 grados? Ay, Dios mío, ¡qué rollo! Recuerdo una vez, en clase de física, – estaba yo completamente perdida, ¿verdad? – el profesor hablaba de esto y yo solo veía puntitos flotando. Hasta que de repente, ¡clic! Se me encendió la bombilla. 90 grados… ¡ángulo crítico! ¡Alucinante!

Si el rayo de luz llega a ese ángulo… ¡pum! Se refleja totalmente. Se niega a pasar al otro medio. Es como cuando te planteas hacer algo que te da mucho miedo, ¿no? Ese instante en el que te dices: “No, mejor no. Me quedo aquí”. La luz, a su manera, hace lo mismo. Me parece fascinante, la verdad. Como si tuviera una voluntad propia. ¡Qué locura!

Es algo que siempre me ha intrigado. Recuerdo una vez, de excursión con mis amigos, viendo el sol reflejarse en el agua del lago. Claro, no sabía entonces lo del ángulo crítico, pero la forma en que la luz brillaba, ¡era mágico! Casi como si el agua estuviera hecha de plata líquida. Ahora, pensando en ello, me doy cuenta de que estaba presenciando ese fenómeno, ¡sin saberlo! El 70% de la luz, más o menos, se reflejaba, y lo demás… ¿quién sabe a dónde iba a parar? ¡Increíble!

Es un ejemplo tan sencillo, pero tan bello… Esa línea que separa la refracción de la reflexión total… ¡esa línea es la que me tiene prendada! Es como una frontera invisible, donde todo se transforma, un misterio que se desvela en un instante, casi como un susurro. Un momento tan chiquitito, que lo resume todo. Es, vaya, es… ¡maravilloso!