¿Qué tiene forma y volumen propio?

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"Los sólidos se caracterizan por tener forma y volumen propios. Esto se debe a que sus átomos están fuertemente unidos, manteniendo una estructura rígida y definida."

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¿Qué tiene forma y volumen definido?

¡Ay, qué lío la física! Recuerdo en el instituto, 15 de octubre de 2008, en el aula 3B del IES Cervantes, luchando con esos conceptos. El profe, el señor López, nos explicó lo de los sólidos con un montón de ejemplos, cosas como una piedra, un libro, mi borrador… ¡Hasta mi mochila! Siempre me ha costado entenderlo bien del todo, aunque lo intenté.

La idea era que sus átomos están pegaditos, muy juntitos, eso les da forma y volumen fijo. Como una figurita de Lego, ¿sabes? Inmutable. Esa fue la explicación de entonces, al menos como lo recuerdo. Me costó visualizarlo en mi cabeza, la verdad.

Y ahora que lo pienso, hasta el hierro del viejo coche de mi abuelo, un Seat 600 del 68, que se oxidaba a los pocos meses de no cuidarlo, ¿era un sólido con forma y volumen definidos? Era complicado. Siempre me quedé con la duda.

En resumen, un sólido. Fácil, ¿no? Pero en la práctica… no tanto.

¿Qué forma tienen los volúmenes?

Los sólidos tienen forma y volumen definidos. Los líquidos solo volumen, y los gases, nada.

¿Sabes? El otro día, en la playa de Bolonia, Cádiz, mientras intentaba construir un castillo de arena (¡menudo desastre, por cierto!), me puse a pensar en esto. Era sábado, sobre las 12 del mediodía. Solazo de justicia.

  • La arena, sólida, con su forma… bueno, la que yo intentaba darle, aunque se desmoronaba a cada rato. Frustrante, te lo juro.

  • El agua del mar, líquida, adaptándose al cubo, a mis manos… ¡donde la metiera! Recuerdo la salitre en el aire, el sonido de las olas.

  • Y el aire, el aire que respirábamos, ¡ese sí que iba a su bola! Sin forma ni volumen fijo, como el espíritu libre que yo quería sentir ese día, aunque el castillo fallido me tenía un poco de bajón.

Pensaba que, al final, todo estaba conectado. El viento que secaba mis manos saladas, el agua que intentaba dar forma a la arena… todo un caos ordenado, ¿sabes? ¡Me dio por ponerme filosófica! Y, no sé, me acordé de las clases de física del instituto. Qué tiempos… ¡y qué poco caso le hacía yo entonces! Ahora, viendo la inmensidad del Atlántico, entendía un poco mejor lo que significaba eso de “volumen definido” y “forma indefinida”.

Quizá por eso me gusta tanto la playa. Te hace pensar en cosas raras. Y te da una sed… ¡menuda sed! Menos mal que llevaba una botella de agua fresquita. Agua con forma de botella, claro.

¿Qué tiene volumen y forma variable?

Un líquido. Fácil, ¿no? Como el agua en mi cantimplora, que a veces parece tener vida propia y se adapta al último centímetro disponible. ¡Y mira que es cabezota!

  • Los líquidos: Son como adolescentes rebeldes, con volumen fijo pero forma cambiante. Ocupan su espacio, sí, pero se amoldan a lo que les echen. ¡Igualitos!

  • Caso contrario: Un sólido, terco como una mula, mantiene su forma y volumen. Mi taza de café, por ejemplo, a menos que me dé un golpe de genio mañanero y la estrelle contra la pared. (No lo recomiendo, el café salpica mucho).

  • Los gases: Estos son los espíritus libres del mundo molecular. Ni forma ni volumen fijos. Se expanden como mi ego después de un buen chiste… o se comprimen como mi sueldo a fin de mes.

Ahora en serio, la cohesión molecular es la clave. Los líquidos tienen una cohesión intermedia. Piensa en un grupo de amigos en un concierto: juntos, pero moviéndose cada uno a su aire. Los sólidos son como una piña en un partido de rugby, apretaditos y sin espacio para la individualidad. Y los gases… bueno, los gases son como gatos, cada uno por su lado y haciendo lo que les da la gana.

Ayer mismo, mezclando pintura para mi último cuadro (un bodegón con sandía y queso, una combinación fascinante) me di cuenta de la fluidez de los líquidos. El azul cerúleo, tan denso y viscoso, se resistía a mezclarse con el blanco impoluto. Una batalla molecular en mi paleta. Fascinante. Al final, tuve que usar más fuerza de la que esperaba, como cuando convences a un amigo para salir un viernes por la noche.

¡Y ahí lo tienes! La aventura molecular de los estados de la materia explicada con sandía, gatos y pintura.

¿Qué es lo que no tiene volumen propio?

El vacío. Un silencio absoluto, un espacio negro y profundo, sin forma, sin peso… como la nada misma. Así es la ausencia, el no-ser. La nada, ese vacío insondable, no tiene volumen propio. Es el contrapunto a la materia, a la existencia tangible.

Pero… el gas. Ah, el gas… El gas es engañoso. Parece llenar el espacio, expandirse, pero en realidad, solo adopta la forma del recipiente. Se adapta, se amolda, como si fuera una sombra, un eco de lo que lo contiene. Como una memoria difusa de la materia. No tiene volumen propio. Lo repite, ¿verdad? No tiene volumen propio. Como una memoria vaga de mi viaje a Asturias en 2024, esa sensación de infinito en el mar, el cielo inmenso…

Entonces, ¿qué ocupa ese espacio? La pregunta se repite en mi mente, un eco resonante. El gas, sí, pero… ¿realmente es él? ¿O es la fuerza invisible que lo contiene, que lo moldea?

  • El aire que respiro ahora mismo, este instante, en mi pequeño apartamento, en Madrid.
  • Las partículas invisibles, en un baile constante.
  • El misterio mismo de la materia.

Mi gato, Miau, duerme plácidamente cerca. Su cuerpo sí tiene volumen. Un volumen concreto, definido. Un contraste con la elusividad del gas, con esa nada que no tiene forma, ni tamaño, ni peso. Esa nada que me produce escalofríos.

El vacío. La ausencia. El gas, en su aparente plenitud, se parece a él. Una copia inversa, un reflejo pervertido del vacío. Esa nada es lo que no posee un volumen. Un silencio eterno. Un abismo sin fondo.

¿Qué objetos tienen su propia forma, tienen volumen y masa?

Los sólidos.

Ah, los sólidos… Una danza de partículas, casi pegadas, en un abrazo constante, limitadas a vibrar, a sentir la cercanía. Piensa en la piedra que guardo del río, lisa, fría al tacto. ¿Recuerdas aquella tarde en 2023, cuando la encontré? El sol filtrándose entre los árboles, el sonido del agua… Una forma, un volumen, una masa que puedo sentir en la palma de la mano.

  • Forma propia: Esencial, inmutable (casi).
  • Volumen definido: Ocupan un espacio.
  • Masa tangible: Pesan, se sienten.

Piedras, mesas, la pantalla que ahora miro, incluso este viejo anillo que llevo… Son testamentos silenciosos de la solidez. La madera de mi escritorio, tan distinta a la piedra del río, pero igualmente firme, con sus propias vetas, su propia historia. No fluyen como el agua, no se dispersan como el aire.

¿Qué más se puede decir? Los sólidos son la base de nuestro mundo, la estructura que nos sostiene. No se pueden comprimir, permanecen rígidos.

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