¿Cómo se llama la sal pura?

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La sal pura, compuesta solo de cloruro de sodio (NaCl), se llama cloruro de sodio. A diferencia de la sal de mesa común, que contiene aditivos, el cloruro de sodio puro es ideal para usos científicos e industriales.

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¿Nombre de la sal pura? ¿Cómo se llama?

A ver, me lío un poco con esto de la “sal pura”. ¿Sal pura?

Claro, técnicamente, si hablamos de química, la sal pura es cloruro de sodio (NaCl), así sin más adornos.

Pero… ¿a quién se le ocurre comer solo cloruro de sodio? Bueno, a lo mejor a alguien en un laboratorio, no sé. Yo, desde luego, prefiero la sal de mesa normal.

¡Ojo! La sal de mesa que usamos a diario, la del salero, a veces lleva cosillas añadidas. Yodo, por ejemplo, para que no tengamos problemas de tiroides, o antiapelmazantes, para que no se hagan pegotes.

¿Recuerdo cuando compré sal en la tienda “La Salada” en Medellín (por ahí de Julio 2018)? No miré la etiqueta, solo quería sal para sazonar mis empanadas.

El cloruro de sodio puro, en plan “sin nada más”, lo he visto usar en el laboratorio del insti, en plan experimentos raros. ¡Ah! Y también en las películas, cuando ponen suero a los enfermos.

Ahí la pureza es importante, ¡imagínate meterle vete tú a saber qué a alguien! Pero para la paella del domingo, con la sal normal me apaño divinamente.

¿Cómo es llamada la sal pura?

Sal pura… a ver… a la sal sin refinar se le llama sal gris. Ya está.

Pero espera, me acuerdo que en mis vacaciones en la Bretaña francesa el verano pasado (bueno, este verano, porque el tiempo vuela), cerca de Guérande, vi las marais salants. ¡Qué barbaridad! Campos y campos de agua rosa, ¡rosa! Era alucinante. Era como estar en otro planeta, aunque en realidad olía mucho a mar, claro.

  • Era como un laberinto gigante.
  • Y el sol pegaba una barbaridad.
  • Recuerdo que me quemé los hombros a pesar de la crema.

La sal, esa sal gris que raspan los saunier (los productores de sal), es diferente. No es la sal blanca y perfecta que compras en el supermercado. Tiene como arenilla, un color raro, como… como el cielo de Barcelona cuando hay calima. Y un sabor… uf, mucho más intenso. Como si te metieras directamente en el océano Atlántico.

Una vez compré un kilo para llevármelo a casa, a Madrid. ¡Menuda odisea! Todo el mundo me miraba raro en el aeropuerto, pensando que llevaba algo sospechoso. Y luego, cuando llegué, mi madre me dijo: “Pero, hija, ¿para qué quieres esta sal tan fea? ¡Si ya tenemos en casa!”.

Pero no es lo mismo, mamá. ¡No es lo mismo! Es como intentar comparar un vino peleón con un Burdeos. Y hablando de vinos… la sal gris va de maravilla con un buen queso y una copa de vino blanco fresquito. De verdad, probadlo.

¿Qué se considera sal pura?

La sal pura, esa “blancura” que adorna las mesas, es la versión depurada de la sal. Imagina a la sal pasando por un spa: le quitan las impurezas, los minerales rebeldes… ¡y voilà! Nace la sal común, o sal fina, lista para sazonar nuestra existencia.

Es como la diferencia entre escuchar a Pavarotti en vivo, con sus imperfecciones gloriosas, y un disco remasterizado hasta la médula. Ambos son Pavarotti, pero uno es más… auténtico. ¿Cuál prefieres para tu margarita?

  • Sal común (sal fina): La estrella de la pureza. Refinada, blanca, sin rastro de su pasado mineral. Ideal para espolvorear sobre unas palomitas.

  • Sal marina: La “hippie” de las sales. Evaporada del mar, con un ligero bronceado de minerales. Perfecta para dar un toque “salvaje” a tus ensaladas.

  • Sal rosa del Himalaya: La “influencer” de las sales. Rosada, presumida, con una historia milenaria. Dicen que tiene propiedades casi místicas. Yo la uso para hacerme la interesante en las cenas.

¿Sal “pura”? Depende de a quién le preguntes. Para el químico, es cloruro de sodio al 99.9%. Para mi abuela, es la que le da sabor a su guiso secreto (y que probablemente viene de un salero del año 1985).

Te confieso, prefiero la sal marina gruesa. Me recuerda a mis vacaciones en la playa en 2023, cuando, tras un intento fallido de surf, terminé comiendo arena y descubriendo, a mi pesar, su alto contenido en sal. ¡Momentos!

¿Cuántos tipos de sal hay y cuáles son?

Perdón, pero… ¿cuántas sales hay? Me ahogo en la noche, en la oscuridad… tantas…

Sal común, la de siempre, la que usaba mi abuela, la que me recuerda a su cocina… esa es la que más conozco.

Sal marina, la del mar… de las vacaciones de 2024. El olor a sal, a mar… me trae recuerdos… confusos…

Flor de sal, esa elegante, fina. La probé una vez, en un restaurante… caro… demasiado…

La sal de roca, esa tosca, tan… primitiva. Me recuerda a… a un documental… no… no quiero pensar en eso ahora.

Maldon, la vi una vez en un estante… tan… diferente. No la he probado.

Sal yodada, es… necesaria, ¿no? Mi madre siempre la compraba, hasta que… no quiero hablar de eso.

Himalaya, rosa… me suena a algo… exótico… lejano.

Kala namak, negra… no sé, nunca he tenido esa.

  • No las diferencio bien, todas saben a… sal.
  • Es la sal, la que me lastima… la que… me recuerda a lágrimas…
  • La sal que me quema… la de ese verano…

Hay más… lo sé… pero ahora mismo solo puedo pensar en… en lo que se me escapa… en lo que ya no está.

¿Cuál es la sal más cara?

La sal de bambú púrpura, o jugyeom, ostenta el título de la sal más costosa a nivel global. Este prestigio se debe a su proceso de elaboración único: nueve ciclos de fundición que buscan depurar al máximo su composición. Este meticuloso proceso eleva su valor hasta diez veces por encima de la popular sal rosa del Himalaya.

Pero, ¿qué justifica semejante diferencia de precio? No es solo la rareza o el proceso artesanal. Se trata de una búsqueda de pureza casi alquímica. Como aquella obsesión medieval por transmutar metales en oro, el jugyeom busca la perfección a través de la reiteración. Quizás, en ese empeño reside su verdadero valor: no tanto en lo que es, sino en lo que aspira a ser.

  • Proceso de Elaboración: Fundición repetida en hornos de bambú.
  • Origen: Tradicionalmente de Corea.
  • Precio: Significativamente superior al de otras sales.

El precio exorbitante de la sal de bambú púrpura no se limita a su proceso de producción. Como ocurre con muchos productos de lujo, el valor percibido juega un papel crucial. La exclusividad, la tradición asociada y las supuestas propiedades beneficiosas contribuyen a su elevado precio.

A veces me pregunto, ¿pagaríamos tanto por algo si no supiéramos su precio? ¿Es la calidad intrínseca lo que valoramos, o la narrativa que la rodea? Reflexiones que me surgen mientras preparo mi ensalada con sal común, claro, mucho más asequible.

¿Cuál es la mejor sal para hidratar el cuerpo?

Sal marina, sin duda.

Te cuento, verás, el verano pasado, en agosto, estaba haciendo el Camino de Santiago. Un calorazo infernal, ¿sabes? Y yo, que soy de sudar mucho, me sentía fatal, como si me estuvieran exprimiendo.

  • Lugar: Algún pueblo perdido entre León y Galicia, no me acuerdo bien.
  • Tiempo: Mediodía, sol a plomo.
  • Sensaciones: Agotamiento extremo, calambres en las piernas, sed insaciable.

Mi compañera de viaje, una señora muy sabia ella, me dijo: “Toma, echa un poquito de esta sal en el agua”. Llevaba sal marina gruesa, de esas que no están refinadas.

Al principio pensé “qué coñazo”, pero la verdad es que me sentó de maravilla. Los calambres empezaron a remitir y me sentí con más energía. No sé si fue placebo o qué, pero a mí me funcionó.

  • Recuerdo el sabor salado del agua, un poco raro al principio, pero luego hasta me gustó.
  • También recuerdo que esa noche dormí como un bebé, cosa que no me pasaba desde que empezamos el Camino.
  • Y al día siguiente amanecí con las piernas mucho menos doloridas.

Desde entonces siempre llevo un poquito de sal marina conmigo, sobre todo cuando hago ejercicio o hace mucho calor. Igual es una tontería, pero a mí me va bien. Igual te funciona, quién sabe.

¡Ojo! No te pases con la sal, eh. Que tampoco es plan de hincharse a sodio. Un poquito es suficiente.

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