¿Cómo eliminar el potasio de las lentejas?
Reduce el potasio en lentejas:
- Remoja lentejas secas en abundante agua toda la noche.
- Desecha el agua de remojo.
- Hierve las lentejas en agua fresca.
- Alternativa: usa lentejas enlatadas, enjuagadas y escurridas.
No uses el agua de cocción para otros platos.
Ay, el potasio… ¡qué dolor de cabeza para los que, como yo, tenemos que controlarlo! ¿Verdad que sí? Recuerdo cuando me diagnosticaron la insuficiencia renal, el mundo se volvió de repente un campo minado de alimentos prohibidos. Y las lentejas, ¡ay, las lentejas!, tan ricas, tan nutritivas… casi una tragedia. Pero bueno, la vida sigue, ¿no? Y hay que buscar soluciones.
Así que, ¿cómo le hacemos para disfrutar de esas lentejas sin que el potasio me suba como la espuma? Pues bien, la verdad es que hay maneras. No es que las puedas convertir en un puñado de polvo sin potasio, pero sí se puede reducir bastante.
Primero, lo básico: remojarlas. Sí, sí, toda la noche en un montón de agua. Es como un ritual casi, ¿sabes? Las dejas ahí, en su baño de agua fría, y te olvidas de ellas hasta la mañana siguiente. Eso sí, ¡no olvides deshacerte de esa agua! Es como una esponja que ha absorbido todo el malvado potasio, imaginátelo todo concentrado ahí, ¡uf!
Luego, las hierves en agua fresca. Aquí no vale reutilizar el agua del remojo, ¡ojo! Ni se te ocurra, que después te arrepientes. He cometido ese error alguna vez, y créanme, el sabor no es tan terrible, pero el potasio… ¡ufff! Sube como la espuma, y luego a sentirte mal. Había leído que se podía perder hasta un 40% del potasio con estos métodos, y lo cierto es que sí lo he notado. Aunque claro, no soy científica, solo una persona intentando sobrevivir con un riñón un poco perezoso.
También, una opción más rápida (y que yo utilizo a veces, la verdad): lentejas enlatadas. Pero, ¡atención!, hay que enjuagarlas y escurrirlas muy bien. Como si les estuvieras dando un buen lavado de cara, para quitarles todo ese juguito extra de potasio. ¿Que si se pierde mucho potasio así? No lo sé con exactitud, pero entre remojar y enjuagar ya casi estoy tranquila.
Y la moraleja de la historia? Que sí se puede disfrutar de las lentejas, aunque tengamos que hacer unos jueguitos con el agua. No es perfecto, claro, pero es mejor que nada. Porque mira, la vida con restricciones es dura, pero hay que buscarle la vuelta, ¿no crees? ¡A disfrutar de esas lentejas con cuidado!
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