¿Cómo preparar un café cortadito?

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¡Un cortadito perfecto es un ritual! A mí me encanta poner el café primero, su aroma me despierta. Luego, caliento la leche y la bato con la cafetera hasta que queda espumosa y cremosa. Esa textura me fascina. Finalmente, un chorrito de agua hirviendo sobre el café y, con cuidado, vierto la leche batida hasta el borde. ¡Es una pequeña dosis de felicidad!

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¡Ay, el cortadito! ¿Quién no necesita un buen cortadito para empezar el día, verdad? Para mí, prepararlo no es solo hacer café, es un pequeño acto de magia, un ritual que me conecta con algo… ¿será la calma que necesito antes de la locura del día?

Empiezo, claro, con el café. El aroma… ¡uff!, ese olor a tostado que se te mete hasta los huesos, ¿no te pasa? Me encanta ese momento, sentarme un ratito a olerlo antes de empezar, como si estuviera pidiendo perdón por lo que se viene después. A veces, me acuerdo de mi abuela, que hacía el mejor café del mundo, y le meto un extra de cariño al proceso, ¿sabes? Como si ella estuviera ahí, guiándome.

Luego, la leche. ¿Caliente, no? Muy caliente. Y la espuma… ¡ah, la espuma! Antes usaba una batidora de esas eléctricas, pero un día se me rompió, y ahora lo hago a mano, con un poco de fuerza y cariño, hasta que queda como una nube. Es increíble, ¿no?, cómo algo tan simple puede ser tan satisfactorio. Me acuerdo una vez, estaba tan estresada, que casi me sale mal, la leche se me quemó un poco… fue un desastre. Aprendí la lección.

Después, un chorrito de agua hirviendo, justo para despertar al café, para que se abra… y entonces, con muchísimo cuidado, porque si no, se desborda todo y es un lío, vierto la leche. Hasta el borde, casi, casi. ¡Un poco de arte, un poco de ciencia, un poco de cariño! Eso sí, tiene que quedar perfecto, porque un cortadito mal hecho… bueno, eso sí que es un desastre.

Y ya está. Mi pequeña dosis de felicidad. Un sorbo, y siento que puedo conquistar el mundo. ¿O será solo la cafeína? Quizás sea un poco de ambas cosas. Jajajaja.