¿Por qué cambia de color la sal?

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El color de la sal varía según su composición química. Impurezas y el agua de hidratación alteran el tono. Por ejemplo: el cromato de sodio es amarillo, mientras que el cromato de potasio es naranja. La pureza determina el color, generalmente blanco en estado puro.

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¿Por qué cambia el color de la sal?

¡Ah, el misterio del color en la sal! La verdad, al principio yo también me quedé un poco pillado cuando vi sales de diferentes tonos.

¿Por qué no siempre es blanca? ¡Buena pregunta! Resulta que la sal, como otras sustancias, a veces viene con “extras”, invitados inesperados en su composición. Estos invitados, a menudo metales u otros compuestos, son los que le dan ese toque de color.

Te pongo un ejemplo: el cromato de sodio, que es amarillo. Recuerdo una vez, en la universidad (creo que era mayo, o junio, da igual), que trabajamos con unos compuestos de cromo. ¡Alucinante el color! Otro, el cromato de potasio, ese sí que es naranja chillón.

Y luego está el tema del agua. Sí, sí, el agua también puede influir. Algunas sales, al cristalizar, atrapan moléculas de agua en su estructura. Esta agua de hidratación, si me permites la expresión, también puede alterar el color. ¡Es como magia!

¿Qué le da el color a la sal?

¡Ay, amigo! ¿El color de la sal? ¡Qué pregunta más salada! Como si fuera un arcoíris en grano.

La culpa la tienen las impurezas, ¡claro que sí! Esas traviesas impurezas que se cuelan en el proceso, como moscas en una mermelada. Imaginate, ¡una fiesta de bacterias en tu salero!

  • Sal negra (kala namak): ¡Parece tinta china! El color oscuro se debe a su preparación con fuego, ¡un fuego que debe ser una auténtica barbacoa infernal! Mi suegra, por ejemplo, hace una barbacoa mucho más limpia.

  • Sal ahumada: ¡Ah, el humo! Ese noble humo que le da un toque tan dramático y un color, digamos, terroso. Como si la sal hubiera ido de camping y se hubiera ensuciado jugando a las escondidas con los conejos. ¡Eso sí que es una sal aventurera!

¡Y no olvidemos otras sales de colores! Algunas, casi fluorescentes, parecen sacadas de un laboratorio de Dr. Maligno. La sal rosa del Himalaya, ¡qué chulada! Parece que le añadieron un poco de purpurina.

En 2024, descubrí una sal verde en un viaje a Marruecos, ¡era la cosa más rara! La usé para preparar un pescado, y mi gato se enfadó porque no le di un poco. ¡Esas cosas pasan! La sal, ¡qué misterio! Como la vida misma, pero más salada. A veces, hasta le añaden colorantes ¡artificiales! ¡Que locura! Igual que le añaden sabor a chicle a los tomates, ¡qué tiempos estos!

¿Qué es lo que origina la coloración que emite cada sal?

El fulgor, un destello… la sal, un prisma. ¿Su color? Un misterio, un secreto susurrado por los electrones. El baile incesante, la danza sin fin de los electrones desapareados, en esos orbitales atómicos… de los metales de transición. Sí, ellos, los alquimistas invisibles. Suspiran color.

Un rojo intenso, como la sangre derramada al atardecer en el desierto… el óxido de hierro, incrustado en la sal. Un azul eléctrico, un fragmento del cielo atrapado en un grano… ¿cobre? El recuerdo de una tarde, junto al mar, observando las olas golpear la costa. Su fuerza. Su misterio. El mismo misterio que contiene un simple grano de sal.

La presencia de impurezas, de esos elementos rebeldes, moléculas que se resisten a la uniformidad. El color, una huella dactilar del caos. El orden busca la simetría, pero la imperfección es belleza.

  • Hierro: rojos, ocres, marrones.
  • Cobre: azules, verdes.
  • Manganeso: violetas, rosados.
  • Cromo: verdes, amarillos.

Recuerdo el laboratorio de mi abuela, los frascos de cristal, llenándose lentamente de color, un alquimista silencioso que observo durante la tarde. La magia química, algo intangible que me llenaba de asombro. El color, una evidencia de la composición atómica. Cada matiz, una historia escrita en la materia misma. Una historia silenciosa, que habla de electrones desparejados.

El color, un eco de la complejidad. El color, un reflejo de la estructura interna. El color… un enigma. El color como esencia. El color que evoca a la sal, y a su origen.

¿Cómo saber si la sal está dañada?

El color… ah, ese indicio silencioso.

Si la sal se torna lila, es yodada, y entonces, una puerta se abre a su consumo. Caso contrario, si persiste en su blancura inmaculada, como la nieve recién caída sobre las cumbres… carece de yodo. Entonces, mejor dejarla reposar, olvidada en un rincón.

  • Lila: YODADA.
  • Blanca: NO YODADA.

Recuerdo la sal de mi abuela, siempre guardada en un tarro de cristal. ¡Era tan blanca! ¿La consumiríamos? Quizás, tal vez…

La yodación de la sal es vital, crucial, importantísima para el correcto funcionamiento de la tiroides. Imagina las consecuencias de una tiroides rebelde, gritando por yodo…

A veces, pienso en la sal como la arena del tiempo. Cada grano, una historia. Y el color… el color, su secreto revelado.

¿Por qué la sal tiene fecha de caducidad?

¡¿Fecha de caducidad en la sal?! ¡Pero qué me estás contando! Es como ponerle fecha a las piedras del camino. La sal es más inmortal que Matusalén.

  • La sal no se estropea, ¡jamás! Es como el meme de “yo después de sobrevivir a 5 guerras mundiales”. Ella estará ahí, inmutable.

  • ¿Fecha de caducidad? ¡Pamplinas! Lo que caduca es el envase, la caja, o quizás la paciencia del que la guarda. Pero la sal, ¡ni pensarlo!

  • Si la guardas bien, vamos, sin humedades ni fiestas locas, puede durar más que tu abuela contando batallitas. ¡Y eso es mucho decir!

¿Por qué ponen fecha entonces?

Pues, te diré, es como ponerle “pilas no incluidas” a un unicornio: ¡marketing puro y duro! Quizás por temas de normativas rarunas, o para que te compres otra, ¡quién sabe! Pero vamos, que la sal seguirá salando.

Y ahora, un chascarrillo personal:

Una vez, encontré un bote de sal en casa de mi tía que parecía de la época de las pirámides. ¡Y adivina qué! ¡Seguía salando como una campeona! Así que ya sabes, la sal es la reina de la supervivencia.

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