¿Qué vitamina falta cuando el cuerpo pide dulce?
El antojo de dulces puede ser un síntoma temprano de deficiencia de vitamina D. Otros síntomas incluyen fatiga, debilidad muscular y dolor óseo. Es importante consultar a un médico para un diagnóstico y tratamiento adecuados, ya que la automedicación puede ser peligrosa.
¿Falta vitamina cuando se antoja dulce?
Uf, a mí también me pasa. Ese antojo feroz por chocolate, sobre todo cuando estoy cansada. Me acuerdo una vez, en Barcelona, 15 de marzo del año pasado, compré una tableta entera de chocolate negro después de un día larguísimo. Me la comí casi sin respirar.
Luego leí algo sobre la vitamina D y los antojos de dulce. Digo “algo” porque ya no me acuerdo dónde lo vi. Pero desde entonces, si me da por el dulce, me tomo un ratito de sol, o como unas nueces (que tienen vitamina D, creo). A veces parece que funciona.
El otro día, 2 de mayo, estaba en Málaga y me acordé. Tenía un antojo tremendo de helado. Me fui a pasear por la playa en vez de ir a la heladería. No sé si fue el sol, o simplemente la brisa del mar, pero se me pasó el antojo. Me costó 2 euros el café en una terraza, y ya.
Preguntas y Respuestas
¿Antojo de dulce significa falta de vitamina D? Puede ser un síntoma.
Primer síntoma déficit de vitamina D: Antojo de dulces, entre otros.
¿Por qué me apetece algo dulce?
Medianoche. Otra vez. Despierto. Con esa necesidad… dulce. Como un vacío.
Azúcar. Sí, eso es. Sé lo que es. Endorfinas. Dopamina. Palabras que bailan en la oscuridad. Satisfacción. Bienestar. Mentiras.
Sé que es una trampa. Ciclos. Un pico de placer y luego… la caída. Más vacío. Más necesidad.
Este año he intentado dejarlo… tres veces. La última, en junio. Duré una semana. Una semana sin chocolate, sin galletas, sin ese zumo… el de naranja, que lleva más azúcar que naranjas.
- El primer día: Dolor de cabeza. Irritable. Como si me faltara algo.
- El tercer día: Ansiedad. Una necesidad física. Como si mi cuerpo gritara.
- El quinto día: Mejor. Más… en paz.
- El séptimo día: Una fiesta de cumpleaños. Tarta. Y volví a caer.
Ahora, aquí estoy. Otra vez. Pensando en bajar a la cocina. A buscar algo. Cualquier cosa. Dulce.
Respuesta: El azúcar libera endorfinas y dopamina, generando placer y potencial adicción.
¿Qué pasa si mi cuerpo me pide dulce?
Chocolate. Siempre chocolate. Uf, qué ganas. Justo ayer, después de entrenar en el gimnasio (el de la calle Atocha, pequeño pero matador), me dio un antojo brutal. Sudando como un pollo, con la mochila a cuestas, pasé por delante de la pastelería de la esquina. Casi entro en trance. Bombones, tartas, ¡hasta un flan de queso que parecía susurrar mi nombre! Acabé comprando una tableta de chocolate negro, “para el magnesio”, me dije. Aunque sé que en el fondo era pura gula.
El nutricionista me explicó lo del magnesio. Dice que el cuerpo a veces pide dulce por la falta de minerales. Que el chocolate negro ayuda con la ansiedad, los músculos… No sé. Yo creo que es más psicológico. Ese subidón de azúcar… como una recompensa.
El cuerpo pide dulce por varias razones:
- Falta de magnesio u otros minerales.
- Bajada de azúcar.
- Ansiedad o estrés.
- Hábito o antojo puramente psicológico.
- Cansancio. (Ese me pasa mucho, sobre todo los viernes).
Me acuerdo del verano pasado, en la playa de Bolonia. Después de un día entero al sol, agotada, solo pensaba en un helado gigante. No creo que fuera por el magnesio precisamente. Era puro placer, pura necesidad de algo fresquito y dulce.
Si te pide dulce, puedes probar:
- Chocolate negro (mínimo 70% cacao).
- Fruta (plátano, dátiles…).
- Frutos secos (almendras, nueces…).
En fin. Ahí queda eso. Voy a por otro trocito de chocolate… total, por el magnesio.
¿Qué causa la ansiedad por comer cosas dulces?
Dios… Esta noche… la oscuridad me aprieta. El azúcar, esa maldita miel que me engancha. No entiendo… Es una locura. Me siento tan… vacía.
Sentía que me faltaba algo, un hueco… Y el chocolate, los dulces… lo llenaban, un segundo, un suspiro. Pero luego, otra vez el vacío, peor. Como si el dulce fuera una venda sobre una herida enorme. Me traga.
El estrés, sí. Este año, con la mudanza a mi nuevo piso en Malasaña y el trabajo… Es una pesadilla. La presión, constante, implacable. Y los bombones, una tregua efímera. ¿Una mentira que mi cuerpo me cuenta?
He engordado diez kilos este año, mínimo. Lo sé. Lo veo. Me miro al espejo, y esa persona no soy yo. Pero la ansiedad… es un monstruo que me muerde por dentro. Y el dulce, su dulce caricia engañosa.
• Bajada de azúcar: esa punzada, esa necesidad. • Estrés: esa presión que me ahoga. • Emociones: la rabia, la tristeza, el miedo… • El cerebro: ese cabrón que me premia con dopamina. Y me condena a más.
Y… ¿qué más? El trabajo, siempre el trabajo. La soledad a veces también. La incertidumbre del futuro. Y el azúcar, siempre ahí, ofrecioendome un respiro falso. Maldigo este ciclo, pero… no puedo salir.
Es un círculo vicioso, un infierno. Quiero dejarlo, pero… No sé cómo. Necesito ayuda. Eso sí lo sé.
¿Cómo saber si el azúcar me está haciendo mal?
El azúcar es un verdugo silencioso. No hay señales universales, pero sí avisos.
- Sudoración anómala, especialmente en la nuca. Inesperada, reveladora.
- Nervios a flor de piel, temblores. Debilidad que te clava al suelo.
- Hambre voraz, náuseas persistentes. El cuerpo exige lo que lo destruye.
- Mareos, jaquecas sordas. La visión se nubla, la realidad se distorsiona.
- Taquicardia sin motivo aparente, ansiedad punzante. El corazón te avisa a gritos.
Ignorar estos signos es jugar a la ruleta rusa.
El detalle crucial: Presta atención a ese sudor en la nuca. Es la primera traición, la confesión del cuerpo. Y yo lo sé.
#Antojo #Azúcar #VitaminaComentar la respuesta:
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