¿Cómo termina la primera temporada de Demon Slayer?

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¡Ay, qué final tan desgarrador! Me quedé con el corazón en un puño. Ver a Tanjiro luchar con tanta fuerza, y luego esa victoria agridulce... La derrota de Muzan, sí, ¡un triunfo enorme!, pero a costa de tantos. Esos Hashira caídos... La imagen de Giyuu y Sanemi, los únicos supervivientes, me dejó un vacío inmenso. Sentí una mezcla de alivio y profunda tristeza, una alegría amarga que me dejó pensando días enteros.

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¡Ay, amigo, qué final de la primera temporada de Demon Slayer! Me acuerdo perfecto de dónde estaba cuando lo vi. Literalmente me quedé con el corazón hecho un nudo. ¿Te acuerdas de esa tensión constante, eh?

Ver a Tanjiro… uf, a Tanjiro luchar con esa determinación, con esa fuerza que te hacía creer que todo era posible… y luego, bam, ¡la agridulce victoria! Porque sí, derrotaron a Muzan, ¡un logro titánico! Uno respira aliviado, ¿no? Piensas “¡Lo lograron! ¡Por fin!”

Pero… ¿a qué precio? Es que ahí es donde te golpea la realidad. Tantos Hashira caídos… tantos sacrificios… Dios mío, se me pone la piel de gallina nada más acordarme.

¿Y te acuerdas de la imagen de Giyuu y Sanemi, los únicos que sobrevivieron de esa generación? Me dejó un vacío… un vacío inmenso. Te quedas pensando, “¿Valió la pena todo esto?” ¿Sabes?

Sentí, no sé cómo explicarlo bien, una mezcla rara de alivio (porque el mal supremo había sido derrotado) y una tristeza profunda, una alegría amarga que… que no te deja celebrar del todo. Te deja pensando días enteros en el precio de la victoria, en lo frágil que es todo.

Me hace acordar a mi abuelo… siempre decía, “La vida te da una con la mano derecha y te la quita con la izquierda”. Y este final de Demon Slayer, me parece que captura esa idea a la perfección. Te deja con la sensación de que, incluso en las victorias más grandes, siempre hay una pérdida, una cicatriz que te recuerda el camino que recorriste. ¿No te parece?