¿Qué quiere decir que la costumbre es más fuerte que el amor?

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La costumbre, basada en la rutina y el apego, carece del poder transformador del amor, que impulsa el cambio y la evolución.

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La Fortaleza Silenciosa de la Costumbre: ¿Más Poderosa que el Amor?

La frase “la costumbre es más fuerte que el amor” resuena con una verdad incómoda, una realidad que se desliza insidiosamente en nuestras vidas, minando las bases mismas de la pasión y el deseo. No se trata de una negación del amor, sino de una observación sobre su fragilidad frente a la fuerza implacable de lo habitual. ¿Pero qué significa exactamente esta afirmación? ¿Cómo puede la rutina, aparentemente tan inerte, eclipsar la poderosa energía del amor?

La clave reside en la naturaleza misma de la costumbre. No se trata simplemente de repetición; es la creación de un tejido neural, un mapa mental profundamente arraigado que nos guía a través de la vida con una eficiencia casi inconsciente. La comodidad de la familiaridad se convierte en un bálsamo, una respuesta predecible a las incertidumbres de la existencia. Dormir en la misma cama, desayunar el mismo café, seguir las mismas rutas… todas estas acciones, repetidas hasta la saciedad, tejen una red de seguridad, una estructura que nos protege de la ansiedad inherente al cambio.

El amor, en cambio, es un territorio volátil. Exige entrega, vulnerabilidad, y una continua reinvención de sí mismo. Es una fuerza expansiva, que nos empuja a crecer, a evolucionar, a romper con nuestras rutinas y enfrentarnos a lo desconocido. Requiere esfuerzo, compromiso y una adaptación constante a las circunstancias cambiantes, tanto internas como externas.

La costumbre, basada en la rutina y el apego, carece del poder transformador del amor. Mientras que el amor impulsa el cambio y la evolución, la costumbre se resiste a él, lo ve como una amenaza a su estabilidad cuidadosamente construida. Puede disfrazarse de seguridad, pero en realidad puede ser una prisión confortable, un estancamiento que sofoca la chispa del deseo y la pasión.

Imaginemos una pareja: el amor inicial, apasionado y abrumador, da paso a la comodidad de la convivencia. Las cenas románticas se convierten en cenas frente al televisor, las conversaciones profundas en silencios cómplices. La costumbre se instala, suave y silenciosa, tejiendo una red que, aunque inicialmente reconfortante, puede terminar aprisionando. Si el amor no se cultiva activamente, nutriéndose de la comunicación, la comprensión y la continua búsqueda de la conexión, la costumbre puede, efectivamente, volverse más fuerte, dejando un vacío donde antes florecía la pasión.

Por lo tanto, la afirmación “la costumbre es más fuerte que el amor” no es una sentencia irrevocable. Es una advertencia, un llamado a la atención para que no permitamos que la comodidad de lo familiar ahogue la llama del amor. Cultivar la relación, reinventar la rutina, mantener viva la chispa del deseo… son acciones necesarias para asegurar que el amor continúe siendo la fuerza dominante, superando la poderosa, pero a menudo silenciosa y opresiva, fuerza de la costumbre.