¿Cuántas fases tiene el estilo de espalda en la natación?

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En el estilo de espalda, la brazada se compone de dos fases principales. La primera, el recobro, implica sacar el brazo del agua y llevarlo hacia delante sobre la cabeza. La segunda, la tracción, se realiza sumergiendo el brazo y empujando el agua hacia atrás para propulsar el cuerpo.

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La Doble Cara de la Espalda: Descomponiendo las Fases de la Brazada

La elegancia y la potencia del estilo espalda en natación, a menudo subestimada, se basa en una mecánica precisa y eficiente. A diferencia de otros estilos, la brazada de espalda se desarrolla en un plano que permite una mayor visualización de la técnica, revelando la importancia de cada movimiento para una propulsión óptima. Aunque se podría argumentar la existencia de subfases dentro del proceso, la brazada de espalda se divide fundamentalmente en dos fases principales e indisolubles: el recobro y la tracción. Separarlas artificialmente resulta en una simplificación excesiva, pero su diferenciación es crucial para comprender la biomecánica del estilo.

1. El Recobro: La Fase de Preparación para la Potencia

El recobro, a menudo descrito como la fase “fuera del agua”, no implica simplemente sacar el brazo y colocarlo de nuevo en posición inicial. Es un movimiento fluido y coordinado que comienza con la salida del agua, pasando por una fase aérea, para culminar en la entrada al agua. Esta fase, aparentemente pasiva, es crucial para la eficacia de la siguiente. Un recobro eficiente reduce la resistencia y prepara los músculos para la fase de tracción. Es aquí donde se aprecia la importancia de la rotación corporal, permitiendo una entrada limpia y eficaz en la siguiente fase. Observar detenidamente la posición del codo, la relajación del hombro y la alineación del cuerpo durante el recobro nos dará pistas sobre la potencia que se obtendrá posteriormente.

2. La Tracción: La Fuente de la Propulsión

La tracción es la fase “bajo el agua”, donde se genera la fuerza propulsora. No se trata de un simple “tirar” del agua, sino de una secuencia compleja que implica la inmersión del brazo, el agarre del agua y la propulsión eficiente a través de un movimiento coordinado de codo, muñeca y dedos. La fase de tracción se extiende desde la entrada del brazo al agua hasta que este sale de nuevo. En esta fase, la rotación corporal adquiere un papel fundamental, maximizando la superficie de contacto con el agua y optimizando la acción de palanca. La utilización de la musculatura de la espalda y los dorsales es esencial, junto con la correcta flexión del codo y la posición de la mano, para una tracción efectiva y potente.

Más Allá de la Dualidad: La Importancia de la Fluidez

Si bien el recobro y la tracción son las dos fases principales, es crucial comprender que no son eventos aislados, sino partes de un movimiento continuo y circular. La transición entre ambas debe ser fluida y eficiente, sin pausas ni interrupciones que resten potencia. Un nadador experto no percibirá una clara separación entre estas fases, sino un movimiento integrado y armonioso que optimiza la propulsión y la eficiencia energética.

En conclusión, aunque la brazada de espalda pueda parecer simple a simple vista, su eficiencia radica en la perfecta coordinación de estas dos fases principales: un recobro elegante y eficiente que prepara el terreno para una tracción poderosa y precisa. La maestría del estilo de espalda reside en la perfecta fusión de ambas.