¿Dónde va el Sol cuando es de noche?

El misterio de la noche: ¿A dónde se esconde el Sol?

Desde la infancia, nos maravillamos con la danza diaria del Sol, su ascenso glorioso por la mañana y su despedida al caer la tarde. Surge entonces la pregunta, aparentemente sencilla: ¿dónde va el Sol cuando es de noche? La respuesta, aunque no tan mágica como las leyendas que algunas culturas tejieron a su alrededor, revela la elegante mecánica celeste que rige nuestro mundo.

Contrario a lo que la percepción inmediata nos dice, el Sol no desaparece, no se apaga ni emprende un viaje misterioso hacia un reino oculto. La verdad es que nuestra estrella, el centro incandescente de nuestro sistema solar, permanece en su sitio, radiante e inmutable. Somos nosotros, en nuestro viaje continuo sobre la Tierra, quienes perdemos de vista su luz.

Imaginemos la Tierra como una esfera que gira lentamente sobre su propio eje, un movimiento constante e imperceptible para quienes habitamos su superficie. Este giro, que tarda aproximadamente 24 horas en completarse, es el responsable del ciclo día-noche. Mientras una mitad del planeta se enfrenta al Sol, bañada en su luz y calor, la otra mitad se encuentra en la sombra, experimentando la oscuridad de la noche.

Así, cuando el Sol se “pone” en el horizonte, no está realmente descendiendo. Lo que sucede es que la rotación de la Tierra nos aleja de su posición, ocultándolo tras la curvatura del planeta. En ese preciso instante, en el otro lado del mundo, el Sol “sale”, comenzando un nuevo día para quienes habitan esa región.

Es como girar un objeto frente a una lámpara. Un lado estará iluminado, mientras el otro permanece en la sombra. La lámpara no se mueve, es el objeto el que cambia su orientación respecto a la fuente de luz. De la misma manera, la Tierra, en su danza constante alrededor del Sol, nos ofrece el espectáculo cíclico del día y la noche, un recordatorio permanente de nuestra posición en el vasto cosmos.

El Sol, por tanto, no se esconde, ni viaja a ningún lugar. Simplemente, la Tierra, en su giro incesante, nos oculta su brillante presencia, regalándonos la oportunidad de contemplar la belleza estrellada del universo y de descansar bajo el manto protector de la noche.