¿Qué se estudia con 14 años?

Catorce años… ¿Te acuerdas? Yo sí, y aunque hace ya un montón, la sensación la tengo grabada. Es como… ¿cómo explicarlo? Una mezcla de libertad incipiente y un cacao mental monumental. Tercero de la ESO, ahí es nada. Libros, exámenes, amigos, primeras decepciones amorosas… ¡un torbellino! Recuerdo que para mí, las mates eran un auténtico dolor de cabeza. ¿Álgebra? ¿Geometría? ¡Me sonaba a chino! Mi fuerte eran las letras, escribir, leer… me evadía en las historias. ¿No te pasaba a ti?

En tercero, además de las típicas –mates, lengua, inglés, que por cierto, ¡qué rollo me parecía el inglés entonces!–, empezamos con física y química. Recuerdo un experimento con bicarbonato y vinagre que montamos un pequeño volcán en clase. ¡Fue genial! Aunque luego tuve que limpiar todo el estropicio… cosas de la adolescencia. Supongo que en el fondo, esas asignaturas te abrían la mente a otras posibilidades. Te hacían pensar en qué te gustaría ser de mayor, aunque claro, a esa edad, ¿quién tiene las cosas claras? Yo, desde luego, no.

Dicen, no sé dónde lo leí, que en la adolescencia el cerebro está en plena transformación. Algo así como un 80% en desarrollo. No me extraña, con la de cosas que pasan por la cabeza. Amistades, el futuro, la presión de los estudios… ¡un no parar! Y encima, los cambios físicos. En fin, un cóctel explosivo. Pero a pesar de todo, qué bonito es mirar atrás y recordar esa época. Con sus luces y sus sombras, con sus risas y sus lágrimas. Tercero de la ESO, un año para recordar.