¿Cuál fue la última obra que compuso Beethoven?

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La Novena Sinfonía, estrenada en Viena el 7 de mayo de 1824, representa el colofón sinfónico de Beethoven, una obra monumental que consolida su legado y perdura como una de las cimas de la música clásica. Su estreno marcó el fin de su producción sinfónica.

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El Silencio Tras la Tormenta: La Novena Sinfonía, el Canto del Cisne de Beethoven

La Novena Sinfonía en Re menor, Op. 125, no es simplemente la última sinfonía de Beethoven; es un testamento. Un grito de júbilo y esperanza que emerge de la oscuridad de una vida marcada por la creciente sordera y la soledad, culminando en un poderoso himno a la fraternidad humana. Si bien técnicamente compuso otras obras después, ninguna alcanza la monumentalidad y el impacto cultural de esta obra maestra, consolidando su posición como su canto del cisne sinfónico.

El 7 de mayo de 1824, Viena presenció un acontecimiento histórico. En el Kärntnertortheater, una sala vibrante de expectación y nerviosismo, se estrenaba la Novena Sinfonía. Para Beethoven, ya sumido en una profunda sordera que le impedía oír la ejecución, la experiencia debió ser profundamente conmovedora, una paradoja fascinante: componer una obra de tal potencia sonora sin poder experimentarla directamente. Imaginemos la tensión, el triunfo contenido, la emoción contenida hasta el punto de desbordarse en la ovación final, un momento que, según testimonios, tuvo que ser repetido ante la insistencia del público cautivado.

La obra misma es un viaje, una escalada emocional que transita por la tempestad y la reflexión, la desesperación y el éxtasis. Los primeros tres movimientos, de una fuerza dramática inigualable, preparan el terreno para el final, un coro monumental basado en el “Himno a la Alegría” de Schiller, un himno a la unidad y la hermandad universal que trascendió las fronteras del tiempo y el espacio. Este movimiento final, con su mensaje profundamente humano y optimista, se convirtió en un símbolo de esperanza e inspiración para generaciones posteriores, convirtiendo a la Novena Sinfonía en mucho más que una simple obra musical.

Más allá de la sinfonía, Beethoven compuso algunas piezas menores tras su finalización, incluyendo la Misa Solemne (Misa solemnis) y el Cuarteto de cuerda en Si bemol mayor, Op. 130. Sin embargo, estas obras, a pesar de su belleza e importancia, no poseen el impacto universal y la resonancia histórica de la Novena. Es en ella donde se concentra la esencia de su genio creativo en su máxima expresión, un adiós a la sinfonía, sí, pero un adiós que resonará a través de los siglos. El silencio que siguió al monumental final de la Novena Sinfonía no fue un silencio vacío, sino el eco potente de una obra que continúa inspirando, emocionando y desafiando a la humanidad.