¿Cómo quitar el coraje hacia una persona?

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Uf, quitar el coraje… ¡qué difícil! Para mí, no es solo olvidar, es un proceso. Primero, necesito entender por qué me siento así, escribirlo ayuda a descargar. Luego, me concentro en cómo me afecta ese rencor; me agota, me amarga. Aceptar que la persona actuó así, no significa perdonarla, simplemente reconocer la realidad. Y, sobre todo, centrarme en mi vida, en lo que me hace bien, en cambiar mi perspectiva y dejar de darle tanto poder a esa persona. Es un camino largo, pero vale la pena la paz que te da al final.

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¿Cómo quitar el coraje hacia una persona? Ay, qué pregunta… ¡Uf! Quitar ese coraje, esa rabia… ¿Cómo se hace? No es fácil, ¿verdad? Para mí, no se trata de un botón que pulsas y ya. No. Es un proceso lento, como… ¿cómo explicarlo? Como desenterrar una raíz profunda.

Primero, tengo que entender el porqué. ¿Por qué me hierve la sangre cuando pienso en esa persona? ¿Qué hizo exactamente que me doliera tanto? A veces lo escribo, como si le estuviera contando a un diario secreto. Escribirlo, desahogarme en un papel, ayuda a… no sé… a sacarlo de dentro.

Luego, pienso en cómo me afecta a este coraje. Me consume. Me amarga. Me quita energía que podría estar usando en cosas bonitas, ¿no? Me acuerdo de una vez que… bueno, mejor no doy nombres, pero estaba tan enfadada con alguien que me pasé días sin dormir bien, dándole vueltas a lo mismo una y otra vez. ¡Una locura! Me di cuenta de que estaba dejando que esa persona controlara mis emociones, mi bienestar. Y eso no podía ser.

Aceptar que esa persona actuó como actuó… eso no significa perdonarla, ¿eh? No, no. Simplemente es ver la realidad. Es como… como aceptar que llovió ayer, aunque me fastidiara que lo hiciera. No puedo cambiar el pasado, pero sí puedo elegir cómo reacciono a él.

Y lo más importante, creo yo, es centrarme en mi vida. ¿Qué me hace bien? ¿Qué me hace feliz? Una buena taza de café por la mañana, un paseo por el parque, escuchar música… esas pequeñas cosas. Tengo que llenar mi vida de “mis” cosas, y dejar de darle tanto poder a esa persona. Dejar de darle vueltas a lo que hizo o dejó de hacer.

Es un camino largo, lo sé. A veces doy dos pasos adelante y uno atrás. Pero… ¿sabes qué? Merece la pena. La paz que te da al final… no tiene precio. Esa tranquilidad de saber que ya no te controla, que has recuperado las riendas de tus emociones… Uf, es… liberador.