¿Cómo se cataloga la muerte?
La muerte se cataloga de diversas maneras, dependiendo del contexto y el tono. Términos formales como defunción, fallecimiento, deceso u óbito son comunes. Otros, como partida o tránsito, sugieren un viaje espiritual. Palabras coloquiales, como petateada, son menos frecuentes y de uso más informal. La elección depende de la sensibilidad y el registro.
¿Cómo se clasifican los tipos de muerte?
¡A ver, la muerte! Un tema que, uf, a nadie gusta, pero ¡es parte de la vida! Cuando me puse a investigar sobre cómo se clasifica, me quedé un poco… ¿cómo decirlo? Descolocado. ¡Hay tantas formas de llamarle!
Por ejemplo, sin entrar en temas legales ni nada, ¿no es curioso que tengamos tantas palabras para decir adiós? Defunción, fallecimiento, deceso… ¡parece que intentamos suavizar la realidad!
Recuerdo una vez, en el velorio de mi abuelo (en el pueblo, allá por mayo de 2010), la señora del pueblo decía “está en su lecho eterno”. Me pareció tan poético, ¡pero a la vez tan real!
Pero bueno, que me voy por las ramas. Resumiendo, todo esto se puede llamar:
- Defunción: Este es el término más formal y legal.
- Fallecimiento: Es una forma común y respetuosa de referirse a la muerte.
- Deceso: Similar a fallecimiento, pero quizás un poco más formal.
- Óbito: Un término más técnico, usado en contextos médicos o legales.
- Parca: Se usa de forma simbólica para referirse a la muerte personificada.
- Partida: Implica un viaje o una separación, suavizando el concepto.
- Acabamiento: Señala el fin de algo, la conclusión de la vida.
- Tránsito: La transición de un estado a otro, una visión más espiritual.
- Petateada: Esta es más coloquial y, bueno, ¡algo menos respetuosa!
Y sí, sé que me he puesto un poco filosófico, pero es que el tema lo merece, ¿no crees? Al final, cada palabra tiene su matiz y su contexto, ¡y todas nos recuerdan lo mismo!
¿Cuándo se considera la muerte?
Pues la muerte, según ese artículo, es cuando el cerebro dice ¡hasta la vista, baby! y no hay vuelta atrás. O sea, cerebro frito, patata frita. Como cuando dejas la paella demasiado tiempo al fuego, ¿sabes? No hay manera de recuperarla.
- Abolición total e irreversible: Vamos, que ni un chispazo. Como mi móvil cuando se me olvida cargarlo, pero a lo bestia.
- Causa clarita: Hay que saber por qué la birria cerebral. No vale decir “porque sí”. Tipo, se cayó de la bici, le dio un meteorito… ya tú sabes.
- Dos electroencefalogramas: Eso es como el electrocardiograma, pero para el cerebro. Dos, para estar seguros. Como cuando pides dos cafés por si acaso el primero está malo. A mí una vez me pusieron uno que sabía a calcetín… en fin.
Y este año, precisamente, ando yo con la mosca detrás de la oreja con esto de la muerte cerebral. Mi suegra me regaló un cactus por mi cumpleaños… y creo que está muerto. No sé si hacerle un electroencefalograma, ¿tú qué opinas? Igual revienta si le pongo electrodos. Bromas aparte, la cosa es seria. Es importante tener claro cuándo se considera oficialmente que alguien ha fallecido, sobre todo en casos de donación de órganos y cosas así. Yo, por si acaso, ya he dejado dicho que quiero que me entierren con mi colección de cromos de Pokémon. ¡Que no se diga! Ah, y con wifi, claro. Que si no… ¿cómo voy a actualizar mi estado en el más allá?
¿Cuándo se considera legalmente muerta una persona?
Se declara legalmente difunto a alguien cuando su corazón decide tomarse unas vacaciones permanentes y los pulmones se niegan a inflarse como globos de fiesta. Vamos, ¡el pack completo de la desconexión vital!
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Cese irreversible de las funciones cardiorrespiratorias: Digamos que el corazón se jubila anticipadamente y los pulmones se declaran en huelga indefinida. En la jerga médica, esto es la “muerte circulatoria”.
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Cese irreversible de todas las funciones encefálicas: ¡El cerebro dice “hasta aquí hemos llegado”! Es como cuando tu Wi-Fi decide que ya no quiere conectarse. A esto lo llaman “muerte encefálica”.
¿Y qué hago yo con esta información? Pues nada, ¡disfruta del día! No creo que estés pensando en demandar a la muerte por incumplimiento de contrato. A menos que seas abogado, claro. ¡Entonces, a facturar!
Un consejo: Si sientes que tu corazón se cansa, ¡no lo fuerces! Un buen gin-tonic y una siesta pueden ser la solución. Y si los pulmones te dan la lata, ¡canta a pleno pulmón! (A ser posible, en la ducha. Tus vecinos te lo agradecerán).
La verdad es que todo esto me recuerda a la vez que intenté resucitar mi vieja tostadora. Le di descargas, la soplé como si fuera un cartucho de Nintendo… ¡Pero nada! Al final, tuve que aceptar su muerte y comprar una nueva. ¡Qué le vamos a hacer! La vida sigue… y las tostadas también.
¿Cuál es la diferencia entre murió y falleció?
Morir y fallecer: No son sinónimos perfectos. La diferencia radica en la connotación, ¡una sutil pero significativa distinción!
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Morir: Es el verbo más directo, crudo. Describe el cese de la vida biológica, sin ambages. Piensa en “el perro murió atropellado”—simple, directo, sin rodeos. Es la palabra que utilizo al hablar de mi abuela que se fue el 2024, sin florituras.
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Fallecer: Implica un tono más formal, más suave. Se utiliza a menudo para referirse a la muerte de personas de mayor consideración social o en contextos más ceremoniosos. Es como un eufemismo, una forma más elegante de decir “morir”. Quizás diríamos que “falleció el ilustre profesor García” o similar. Incluso para un familiar muy cercano, dependiendo del contexto. ¿Me explico?
La elección del verbo depende totalmente del contexto. La muerte, en sí misma, es un misterio fascinante, un límite existencial que nos ha intrigado a lo largo de la historia. ¿Qué hay más allá? Ahí está la profunda inquietud humana.
Reflexión: Considero que el uso de “falleció” refleja una cierta distancia emocional, aunque no necesariamente una falta de respeto, mientras que “murió” es más inmediato, más cercano a la cruda realidad de la muerte. La semántica, ¡qué poderosa es! Es como la diferencia entre “amigo” y “compañero”: misma situación, diferente carga semántica.
Añado algo que me pasó: mi gato, un siamés precioso, murió repentinamente este año; usé “murió” sin vacilación. Fue inmediato, impactante.
En resumen: La diferencia esencial es el registro lingüístico y la carga connotativa. La morfología de ambas palabras en español es muy parecida, pero su uso es distinto. ¿No es genial cómo una simple palabra puede expresar tanto?
¿Cuándo se determina la muerte de una persona?
¡Uf! Recuerdo el caso de mi tío abuelo, en el Hospital Clínico de Valencia, 2023. Fue horrible. La muerte se determinó después de dos encefalogramas, como la ley dice, pero… fue tan rápido todo. Un día estaba hablando, aunque débil, y al siguiente… ¡silencio!
Estaba ahí, en esa habitación blanca, fría, sintiendo ese olor a lejía que siempre me da náuseas. El silencio era abrumador, solo el pitido de las máquinas. Recuerdo el frío del suelo, me senté ahí mismo, sin querer tocar la silla. La abolición total e irreversible, así lo dijeron los médicos, pero yo aún veía algo de luz en sus ojos, o eso me parecía. Me aferraba a la esperanza, una tontería, lo sé.
Dos encefalogramas… dos pruebas que confirmaron lo que ya intuía: el fin. Me sentía fatal. Un dolor profundo, como un vacío inmenso. Las lágrimas no paraban. Sentí que el tiempo se detenía, y a la vez, que pasaba tan rápido. Todo se mezclaba, el ruido del pasillo, el frío de las paredes… la angustia.
Después de eso, el papeleo, la organización del funeral… Todo tan impersonal, tan frío, tan contrario a la calidez que sentía por él. Fue una experiencia brutal.
- Dos encefalogramas.
- Hospital Clínico de Valencia.
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- Diagnóstico de muerte: Abolición total e irreversible de las funciones encefálicas.
El hospital me dejó con un mal sabor de boca. La burocracia, lo impersonal… todo tan frío. No debería ser así.
¿Cuándo se declara fallecida a una persona?
Bufff, qué tema… Me recuerda a mi tía abuela Emilia. Desapareció en 2023. En un viaje a Argentina, de esos que hacía ella sola, tan independiente. Le encantaba Buenos Aires, el tango… Todavía recuerdo su último mensaje, una foto del Obelisco con un sol radiante. No volvimos a saber de ella.
Diez años. Eso es lo que marca la ley para declararla fallecida. Diez años desde sus últimas noticias, ese whatsapp con la foto. Artículo 193 del Código Civil. Lo miré mil veces buscando alguna escapatoria, algo… No sé. Me parecía imposible, como si solo con mirar ese artículo la fuera a traer de vuelta.
Qué angustia, qué impotencia. Su casa sigue igual, con sus libros, sus discos de vinilo. A veces, pienso que la veré aparecer por la puerta, con su sonrisa y una historia fascinante que contar. Pero luego recuerdo… diez años. Es una losa. Es ley. Una ley fría.
- Declaración de fallecimiento: 10 años desde las últimas noticias.
- Caso de mi tía abuela: desaparecida en Argentina en 2023.
- Declaración posible: a partir de 2033.
La maleta que preparó para Argentina sigue en su habitación. No hemos querido tocarla. Dentro, seguramente, un cuaderno donde anotaba sus impresiones del viaje, el mate que siempre llevaba consigo. Objetos cotidianos, convertidos en reliquias. Me cuesta creer que hayan pasado ya tantos años… ¿Será 2033 el año en el que acepte de verdad su ausencia? Aún conservo la esperanza, aunque sé que es absurdo. Me duele mucho, es como si me faltara una parte de mí.
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