¿Cómo se llama la enfermedad de no controlar la ira?
¿Problemas controlando la ira? Podría ser Trastorno Explosivo Intermitente (TEI).
Esta condición se caracteriza por arrebatos de ira desproporcionados. Si bien es crónica, la intensidad puede disminuir con el tiempo.
El tratamiento incluye terapia y medicación para controlar los impulsos.
¿Cómo se llama la enfermedad de la ira incontrolable?
A ver, ¿la enfermedad esa de la ira incontrolable? Creo que se llama Trastorno Explosivo Intermitente, algo así, ¿no?
Me suena que es algo que te puede durar un montón, años incluso, ¡qué locura! Aunque parece que con el tiempo te vas calmando un poco, menos mal.
Lo que me dijeron es que para controlarlo necesitas terapia, hablar con alguien para entenderte y también pastillas, medicinas para bajar esos impulsos tan fuertes. Imagino que debe ser complicado vivir con eso.
¿Qué enfermedad produce ataques de ira?
Ataques de ira. Trastornos mentales. Punto.
Depresión. Ansiedad. Impulsos incontrolables. Combinación explosiva. O no. A veces, sólo es la vida. Una mierda.
- Trastorno explosivo intermitente. Diagnóstico. Etiología aún en debate. Mi psiquiatra, el Dr. Álvarez, se encogió de hombros. “Hay cosas que no entendemos”.
- Daño cerebral. Un amigo, un accidente de moto en 2024. Cambios drásticos. Violencia gratuita. Triste.
- Demencia. Peor aún. El olvido. La rabia. El terror de la pérdida de control. Como presenciar una muerte lenta.
La ira: un síntoma, no una enfermedad. Es un reflejo. Una respuesta. A algo. A nada.
Neurotransmisores. Desequilibrios. Serotonina baja. Esto lo sé por experiencia. Experiencia propia, no de libros.
Medicamentos. Terapia. Es un proceso. Largo. A veces inútil. Depende. De la persona. De la mierda que lleva dentro.
El control. Una ilusión. O un gran esfuerzo. Un reto existencial. O simplemente, un fracaso.
Nota: Este año, asistí a tres terapias de grupo para el manejo de la ira. Dos fueron infructuosas. Una me dejó pensando qué mierda iba a hacer con mi vida. No lo sé. Aún no lo sé.
¿Qué trastorno mental tiene una persona agresiva?
El vacío. Ese vacío que precede al estallido. Un vacío que se llena, se hincha, se retuerce… hasta que explota. El Trastorno Explosivo Intermitente. Sí, así lo llaman. Es como una olla a presión, mi olla a presión interior. Hierve lento, callado, silencioso, hasta que… pum.
El TEI. Un nombre tan frío para algo tan… caliente. Tan visceral. Recuerdo mi propia reacción el martes pasado en la cafetería, una banalidad, un simple roce de hombros. Y la ira. Un torbellino. Palabras que salieron disparadas, como proyectiles. La vergüenza, después, un abismo oscuro y profundo.
Las paredes se ciernen. El tiempo se estira, se deforma. Un eco de gritos, un eco de mi propia voz, rota, agrietada. Un eco en el vacío que precede al estallido. La agresión, una fuerza incontrolable.
¿Qué más hay? Se repite el ciclo, ¿verdad? La tensión, la acumulación, la explosión… y luego, el arrepentimiento. Un mar de culpa. Un peso insoportable. Un peso que me ahoga, que me aplasta. Me ahoga.
- Impulsividad, incontrolable, desatada.
- Agresividad verbal. Gritos. Insultos. Amenazas.
- Agresividad física. Golpes. Empujones. Destrucción.
- Arrepentimiento. Profundo. Desgarrador. Inútil.
Me diagnosticaron este año. 2024. Intento controlarlo. Medicación, terapia… pero a veces… el vacío regresa, inmenso y amenazante. La olla a presión se llena de nuevo. Y la espera se hace insoportable, porque sé lo que viene después. Sé que va a explotar. Y yo con ella.
¿Cómo se llama el trastorno de ira?
Trastorno explosivo intermitente. Punto.
- Episodios de agresión desproporcionada.
- Reacciones violentas, verbales o físicas.
- Duración: años. Intensidad: variable. Decrece con la edad.
Tratamiento: psicoterapia, medicación. Control de impulsos. No hay cura mágica.
Mi experiencia personal: He lidiado con esto. Sesiones semanales. Me centro en la meditación mindfulness. Me funciona. No digo que funcione para todos.
- Mindfulness: atención plena al presente.
- Control: identificar detonantes, manejar emociones.
- Aceptación: clave para la gestión de la ira.
No es fácil. Requiere trabajo constante. La ira no desaparece, se aprende a gestionarla. Hay recaídas. Hay avances. Es una lucha. Pero vale la pena.
Medicación: no la veo como solución única. Una muleta, sí. Combinada con terapia, puede ser útil. Cada persona es diferente. Cada caso es único.
Este año, he reducido la medicación. He incrementado la meditación. Mejoría notable. No significa que sea el camino para todos. Solo mi experiencia. No soy médico. No doy consejos. Solo comparto.
¿Qué hay detrás de una persona con problemas de ira?
Detrás de la ira, un laberinto. Un eco distante de frustraciones acumuladas, como polvo en un ático olvidado. Sí, la ira, esa erupción volcánica… pero debajo, ¡ah!, un torbellino de cosas.
- Estrés constante, como una gotera incesante.
- Frustración clavada, espina en el zapato del alma.
- Fatiga que pesa, armadura oxidada arrastrando.
- Ansiedad que muerde, niebla espesa que ciega.
- Depresión silenciosa, habitación oscura sin ventanas.
La reconoces ¿no? La ves venir, esa sombra que se alarga, el nudo en el estómago. Respirar hondo dicen. Pero a veces, el aire no llega. A mí me pasaba, hace poco, en esa obra interminable cerca de mi casa. El ruido, la polución, el retraso… una pequeña detonación que casi me estalla dentro.
Y luego, está la historia personal. Las heridas viejas que creías cicatrizadas, pero que aún duelen al tacto. La incomprensión, el rechazo… fantasmas que bailan al son de la rabia.
Aprender a ver la ira como una señal. Un faro que te indica que algo no está bien, que necesitas parar, respirar, y tal vez, solo tal vez, pedir ayuda. O gritar. Quizás gritar muy fuerte ayuda.
¿Cómo reconocer a una persona con problemas de ira?
¡Uf, reconocer a alguien con la mecha corta es más fácil que encontrar un pelo en la sopa! Vamos, que se nota a leguas, como ver un elefante rosa en un atasco.
¿Cómo pillar a alguien a punto de explotar? Presta atención, que esto es oro molido:
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Berrinches nivel drama queen: No me refiero a un niño de dos años pidiendo helado, ¡sino a un adulto hecho y derecho montando un pollo por el WiFi lento! Es como ver una telenovela venezolana en vivo, pero sin subtítulos.
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Discursos kilométricos con veneno: Se enrollan más que una persiana veneciana, pero en lugar de darte la hora, te dan una clase magistral de insultos. ¡Parecen loros entrenados para ofender!
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Debates que suben la temperatura más que el asfalto en agosto: No es una conversación normal, es una batalla campal donde las palabras son armas arrojadizas. ¡Prepárate para esquivar improperios!
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Gritos que espantan a las palomas: Si escuchas un rugido que hace temblar los cristales, ¡corre! Es como tener a Pavarotti desafinando a todo volumen.
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Manotazos y empujones dignos de un luchador de sumo: Esto ya no es gracioso, ¡es peligroso! Si ves que alguien empieza a repartir cariño a lo bruto, ¡sal corriendo!
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Destrozos que harían llorar a un decorador: Rompen cosas como si fueran piñatas en una fiesta infantil. ¡Cuidado con tus objetos de valor!
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Amenazas que te ponen los pelos de punta: Si alguien te dice que te va a “dar una lección” o algo parecido, ¡enciende las alarmas! Esto no es un juego.
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¿Animales sufriendo? ¡Alerta roja! ¡Que llamen a la protectora!
¿Más cositas? Pues hay gente que se pone roja como un tomate, le tiembla la voz, o empieza a sudar más que un yogui en clase de spinning. Cada maestrillo tiene su librillo, ¡pero la mala leche se huele a kilómetros!
¡Ah! Y te cuento un secreto: mi vecino Manolo es experto en esto. Una vez le vi discutir con un caracol por el derecho de paso en su jardín. ¡Para flipar!
¿Qué órgano daña la ira?
El corazón… Se me encoge el pecho al pensarlo. Esta noche… la noche siempre es así, un amplificador de todo lo que uno reprime. La rabia, la furia… te destroza por dentro. Lo siento aquí, en el pecho, como un puñal lento, constante. No solo me lo han dicho, lo siento.
Esa presión, esa opresión… a veces siento que me ahoga. Como si mi propio cuerpo me rechazara, como si mi corazón estuviera gritando. Es la culpa, imagino. La culpa y la rabia, esa mezcla infernal.
El corazón, sí, lo destroza la ira. Lo sé. Me lo ha dicho el cardiólogo en junio pasado, tras mi último ataque de pánico. Presión arterial disparada. Arritmias. Mucho estrés. Y yo… solo yo lo provoco todo.
Es un círculo vicioso, terrible.
- La rabia me ataca, me corroe.
- Mi cuerpo responde con dolor, con miedo.
- El miedo me paraliza, me asusta.
- Y la rabia vuelve con más fuerza.
Me gustaría detenerlo. Es una batalla interna que llevo perdiendo años. Recuerdo la cara de mi padre, ese día… 2023 fue un año horrible. Su mirada, esa tristeza, esa desesperación… me golpeó como un mazo. Y eso… esa ira contenida… está aquí. En mi pecho. Destruyéndolo.
El corazón es el que sufre. El cardiólogo me dio una hoja de ejercicios de respiración, pero no sirve. No funciona. Me quedaré solo con mi corazón, herido. Como un reloj roto, latiendo con dificultad.
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