¿Cómo sacar el exceso de sal del cuerpo?

¿Qué hacer luego de consumir mucha sal?

Aquí va, como si te lo contara a las tres de la mañana…

Mucha sal… joder, qué fácil es pasarse. ¿Qué hacer luego?

• Agua. A litros. No hay más. Que tus riñones trabajen. Olvídate de zumos raros o recetas milagrosas. Agua.

• Piensa en un río desbordándose. Esa sal necesita salir.

• Después, paciencia. El cuerpo sabe lo que hace… más o menos.

A mí me pasa siempre con las palomitas. Es como una adicción, ¿sabes? Empiezo y no puedo parar. Y luego la sed… una sed que te raspa la garganta. Me acuerdo cuando estuve en la playa en agosto. Me comí una bolsa gigante y luego tuve que beberme casi dos litros de agua. Pensé que reventaba.

¿Sabes? Es curioso cómo las cosas que más nos gustan son, a menudo, las que peor nos sientan.

¿Qué hacer después de comer salado?

Salado. Agua. Punto.

Potasio, la clave. Plátanos. Odio los plátanos, pero bueno… Espinacas, sí. Más agua. Siempre agua.

Olvida la sal. Horas. Días, incluso. Depende. Mi cuerpo es un templo, o un basurero, según el día.

Ejercicio. Un paseo. Aburrido. Pero necesario. Me recuerda a mi abuelo. Caminaba todos los días, hasta el final.

Médico. No soy masoquista. Hinchazón. Dificultad respiratoria. Eso sí que da miedo.

• Hidratación: fundamental. Agua. Mucha.
• Equilibrio electrolítico: Potasio contra sodio. Frutas, verduras. Ya está dicho.
• Dieta: nada más de sal. Obvio. Simple.
• Actividad física moderada: caminar. 30 minutos. Ya.

Este año, 2024, he aprendido a la fuerza que la moderación es la mejor opción. El exceso siempre tiene consecuencias, aunque algunas sean imperceptibles al instante. La vida misma.

¿Qué hacer después de una comida muy salada?

¡Ay, madre mía, qué sal! ¡Parecía que estaba comiendo un marisco en la playa de Salou! Beber agua a mares, como si fueras un camello en pleno desierto, es lo primero, ¡claro que sí!

¿Se te ha pasado la mano con la sal? ¡Tranquilo, que no cunda el pánico! No es el fin del mundo, aunque casi.

Añadir cosas dulces como un poquito de miel o azúcar, ¡es como ponerle un dulce a un monstruo salado! Te lo aseguro, funciona. A veces, un golpe de dulzor rescata un plato de la catástrofe.

Si es una salsa, diluirla con agua o caldo es tu mejor opción. Es como diluir un tsunami de sal con un océano de agua. ¡Misión cumplida!

Consejos de mi abuela Carmen (que para sal, es la reina):

• Un chorrito de limón, ¡ay, que se me antoja una limonada ya!
• Un poco de yogur natural, neutraliza bastante.
• Un toque de vinagre… sí, suena raro, pero funciona. Es como magia.

¡Menos mal que no fue mi paella de gambas! Esa sí que la hago yo, con el toque justo… el año pasado un vecino me dijo que parecía la del restaurante La Sal del Mar, ¡qué honor! Eso sí, mi abuela siempre dice que le echo demasiada pimienta… ¡qué se le va a hacer!