¿Cómo sé mis días fértiles si soy irregular?

¿Cómo sé mis días fértiles si soy irregular? ¡Ay, esa pregunta me la he hecho yo tantas veces! Me sentía como una nave a la deriva, sin brújula ni mapa en el inmenso océano de mi ciclo menstrual. Un caos, vamos. Recuerdo una vez, pensé que estaba ovulando, me emocioné tanto… ¡y nada! Fue frustrante, ¿verdad? Pero después de investigar un montón, y de muchísima prueba y error (¡ay, las pruebas de embarazo negativas!), descubrí algunas cosas que me ayudaron un poco a entender mejor mi cuerpo.

Para las que tenemos ciclos irregulares, la verdad es que es un poco más complicado, pero no imposible. Hay que ser un poco Sherlock Holmes, investigando pistas, ¿sabes? Dos cosas me resultaron especialmente útiles, dos “aliadas” en esta aventura de descifrar mi cuerpo:

• La temperatura basal: ¿Qué es eso? Pues, básicamente, tomar tu temperatura cada mañana, nada más despertarte. Parece una tontería, pero un ligero aumento en la temperatura corporal basal indica que has ovulado. Al principio me costaba la verdad, ¡entre que me daba pereza levantarme tan temprano y que se me olvidaba el termómetro! Pero luego me hice con uno digital con calendario integrado, y ahí la cosa cambió. Viéndolo en perspectiva, ver la gráfica de mi temperatura esos días me parecía algo mágico… como un pequeño milagro.

• El moco cervical: ¡Ay, este tema! Es algo íntimo, pero es esencial. Justo antes de ovular, el moco cervical cambia, se vuelve transparente, resbaladizo… como clara de huevo, que es la comparación que todo el mundo usa y que es perfecta, la verdad. Es increíble la diferencia, ¡de verdad que te das cuenta al instante! En mis épocas más desesperadas, llegaba a examinarlo con lupa, jajajajaja. ¡No hay que tener vergüenza! En serio, se nota la diferencia.

No es una ciencia exacta, ni mucho menos. Puede que haya meses en que no lo pilles, y eso es normal, ¡es tu cuerpo, no una máquina! Pero con la práctica, con la paciencia y con la observación, poco a poco vas aprendiendo a conocerlo mejor. Y créanme, esa sensación… esa satisfacción de conectar con tu propio cuerpo… no tiene precio. ¡Es un viaje de autodescubrimiento que vale la pena embarcarse!

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