¿Cuándo no se debe intentar la reanimación?

Uff… ¿cuándo no se debe intentar la reanimación? Es una pregunta que pesa, ¿verdad? Me retuerce el estómago solo de pensarlo. Imaginen, ver a alguien que quieres desvanecerse… y saber que no puedes, o no debes, hacer nada. Duele, duele mucho.

A veces, por mucho que queramos aferrarnos a la vida, hay momentos en que simplemente… no se puede. Cuando la muerte ya está ahí, respirándote en la nuca. Recuerdo a mi abuela, ya muy mayorcita, consumida por una enfermedad terrible. Había dejado claro, clarísimo, que no quería que la reanimaran. Que quería irse en paz. Y, aunque me rompía el alma verla así, ¿cómo iba a ir en contra de su voluntad? ¿Cómo iba a prolongar su sufrimiento solo por mi propio egoísmo, por mi incapacidad de dejarla ir?

Es una decisión durísima. Una carga enorme. Pero a veces, y me cuesta horrores escribir esto, el amor más grande que puedes dar es… soltar. Permitir que la persona que amas se vaya con dignidad.

Sé que hay estudios, estadísticas, que hablan de las tasas de éxito de la RCP y todo eso… pero en esos momentos, con el corazón en un puño, ¿quién se acuerda de los números? Lo que importa es la persona, su deseo, su paz. Si ya han expresado que no quieren ser reanimados… pues qué sentido tiene, ¿no? Es como… como intentar sujetar el agua con las manos. Imposible. Solo consigues agotarte y que el agua se te escape entre los dedos.

Es una decisión terrible, sí. Pero a veces, la más humana, la más amorosa, es dejar ir.

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