¿Dónde va la mano dominante en la RCP?

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Uf, solo de pensarlo me entra una angustia... ¡Imagínate estar ahí, en esa situación! Yo colocaría mi mano más fuerte en el centro del pecho, justo donde me indicaron, y la otra encima para darle fuerza. ¡Qué importante mantener los brazos rectos! Pensar que de cada compresión depende una vida te pone los pelos de punta. Haría esas 100-120 compresiones por minuto sin parar, ¡hasta que lleguen los paramédicos! ¡Qué tensión!

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¿Dónde va la mano dominante en la RCP? Ay, Dios mío, solo de recordarlo se me encoge el estómago… ¿Quién no se ha sentido así alguna vez, paralizado por el miedo ante una emergencia? Recuerdo una vez, vi a un señor desplomarse en la calle, y… bueno, la verdad es que me quedé congelado. No supe qué hacer. Me quedé ahí, sin saber qué hacer, mientras un par de jóvenes actuaron con una rapidez que me dejó boquiabierto. Ellos sí sabían.

Ahora, si me preguntas dónde colocaría yo mi mano, la más fuerte, la que mejor responde, sería en el centro del pecho, claro, justo en el esternón, como me enseñaron en el curso de primeros auxilios (sí, sí, ¡lo hice! Después de ese susto, me dije: ¡nunca más!). Y la otra encima, para darle más fuerza, como si estuvieras apretando una masa de pan, pero con mucho cuidado, ¿no? La clave, me dijeron, son los brazos rectos, ¡qué importante es eso! No te imaginas la tensión, esas manos que parecen pesar toneladas… cada compresión es una decisión, una lucha contra el tiempo, una oportunidad.

Te dicen que entre 100 y 120 compresiones por minuto… ¡uff! Es un ritmo infernal, como si estuvieras martillando sin descanso. Recuerdo que en la práctica, casi me desmayo yo también, el esfuerzo es brutal. Pero claro, piensas en la persona, en esa posibilidad de salvar una vida, y… es como si te inyectaran adrenalina pura. Sigues, sigues, hasta que llegan los profesionales. Hasta que llegan los paramédicos… y esa espera se hace eterna, ¿verdad? ¡Qué responsabilidad! ¡Qué angustia!